Momentos antes de las 10:00 horas, un guardia de seguridad agradeció a la multitud por cooperar.
Cuando el reloj marcó la hora, quedó claro por qué: se abrieron las puertas del centro de conferencias Marriott Chicago O’Hare y cientos de asistentes, la mayoría mayores de 60 años, se movieron lo más rápido posible hacia los stands.
El Chicago International Miniatures Show se promociona como “la Feria de Miniaturas de Casas de Muñecas Número 1 del Mundo”, pero no hay muchas casas de muñecas en sí. En lugar de ello, los asistentes curiosean miles de pequeños objetos que llenan estas diminutas casas: esponjas, fuentes de fondue de chocolate, mecedoras, asadores o matamoscas en miniatura.
La feria de Tom Bishop, como la llaman muchos asistentes, es considerada por su fundador homónimo como el evento de miniaturas de casas de muñecas más grande del mundo. Las cifras parecen respaldar esa afirmación. Este año, más de 250 proveedores viajaron de 21 países y 35 Estados de EE. UU. Asistieron más de 3 mil personas, llenando tres grandes salas de conferencias.
El evento de una semana de duración incluyó talleres con temas como “Lobsterfest” (centrado en hacer rios miniatura para hervir langostas); ferias; y tres días de compras con boleto para el público.
Para muchos vendedores, la feria es donde esperan obtener la mayor parte de sus ventas anuales.
Teri, de 77 años, de Teri’s Mini Workshop, quien rehusó dar su apellido, mostró sus máquinas de queso para nachos y suministros médicos miniatura (de alrededor de 10 dólares). Esperaba que sus precios bajos atrajeran a los clientes —hay algunas mesas en las que las piezas pueden costar cientos de dólares.
Si un coleccionista quiere algo raro, podría agotarse el primer día, dijo Becky Evert, de 68 años, una clienta que había viajado desde Denver, Colorado, con amigas. “¿Vine con un presupuesto? Sí”, dijo. “¿Me mantuve en él? No”.
Margie Criner, de 53 años, del Itty Bitty Mini Mart, de Chicago, hace miniaturas como parte de su oficio de bellas artes a tiempo completo. Sus diminutos artículos, que incluyen discos de la banda de rock Television y gelatina translúcida, están inspirados en artículos que tenía cuando era niña.
Criner es parte de una nueva generación de creadores de miniaturas, siguiendo los pasos de artistas como Laurie Simmons, sacando el campo del hogar a la galería.
Casi todos los asistentes en la convención describieron el mundo de la compra y venta de miniaturas como colaborativo y alegre, y hay muchas razones por las que las personas se han convertido en coleccionistas y fabricantes obsesivos.
Morgan Cressey, de 30 años, fue una de las clientes adultas más jóvenes en la convención. Cressey, que trabaja como niñera y mesera, había viajado desde Spokane, Washington, para abastecer su colección, un pasatiempo que le fascinó gracias a las miniaturas de la infancia de su madre.
Un sentido de comunidad también es un gran atractivo. Verónica Morales de Vero’s Miniatures, con sede en la Ciudad de México, vendió miniaturas —que elabora con toda su familia— de una ofrenda, un altar para familiares fallecidos, y piñatas, entre otros artículos.
El estado actual del campo de las miniaturas es alentador, dijo Barbara Davis, de 76 años, directora de la escuela del Gremio Internacional de Artesanos en Miniatura, en Castine, Maine, donde muchos de los creadores de la convención habían tomado o impartido cursos.
“Hay una oleada de personas haciendo una gran variedad de miniaturas creativas”, dijo Davis, quien atribuyó el cambio a los fabricantes más jóvenes y diversos que han ingresado a la industria.
Bishop dijo que ha firmado un acuerdo para los próximos dos años con el Marriott Chicago O’Hare. Mientras se preparaba para la convención de este año, recordó haberle dicho a su esposa que ya casi no conoce a todos los asistentes.
“Todos son nuevos”, dijo. “Está creciendo de nuevo”.
Un pequeño artículo a la vez.
EMMA ORLOW
THE NEW YORK TIMES
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