El burro es un personaje clave, si bien cada vez más marginado, en la historia. Otrora venerado, el animal ha sido objeto de burla durante tanto tiempo que la palabra “burro”, significa “estúpido”. Los burros y el trabajo de los burros son esenciales para el sustento de las personas en los países en desarrollo, pero en otros lugares los burros prácticamente han desaparecido.
En comparación con los caballos y los perros, los burros han recibido relativamente poca atención por parte de los investigadores.
No obstante, los burros estelarizan un nuevo e importante estudio genético publicado en la revista Science.
Investigadores de 37 laboratorios de todo el mundo analizaron los genomas de 207 burros modernos en 31 países. También secuenciaron el ADN de los esqueletos de 31 burros ancestrales, algunos de los cuales datan de hace 4 mil 500 años.
Los estudiosos habían identificado previamente tres posibles centros de domesticación, en el Cercano Oriente, el noreste de África y la Península Arábiga. Pero el equipo concluyó que los burros fueron domesticados sólo una vez, alrededor del año 5000 a.C., cuando pastores en el Cuerno de África y la actual Kenia comenzaron a domesticar a los asnos salvajes. Esa fecha es unos 400 años antes de la evidencia arqueológica más antigua de burros domesticados de El Omari, cerca de El Cairo, y casi tres milenios antes de que se les pusiera arnés a los caballos por primera vez.
El periodo coincidió con uno en el que el Sahara se hizo más grande y más árido. Los burros son tolerantes a la privación de agua, lo que ha llevado a Ludovic Orlando, director del Centro de Antropobiología y Genómica de Toulouse, en Francia, y autor del artículo, a especular que se convirtieron en un medio de transporte indispensable para los pastores.
Desde ese punto de origen, los burros fueron objeto de comercio al noroeste, al actual Sudán y luego a Egipto, saliendo de África hace unos 5 mil años y llegando a Asia y Europa unos 500 años después.
El burro asumió una dimensión mítica y religiosa para nuestros antepasados.
Durante la Edad del Bronce, del 3300 a.C. al 1200 a. C., a veces se enterraban burros con humanos, indicando un otorgamiento de honor a ambas partes.
En un sitio arqueológico en los terrenos de una villa romana en el pueblo francés de Boinville-en-Woëvre, a 280 kilómetros al este de París, los investigadores encontraron lo que parece haber sido un centro de crianza de burros, donde burros de África occidental eran apareados con sus contrapartes europeas. Los animales de carga resultantes medían 1.55 metros, o 15 manos, desde el suelo hasta la cruz. El estándar actual es de 1.30 metros, o 12 manos.
Orlando dijo que la producción de linajes de burros gigantes ocurrió en un momento en que las mulas, las crías estériles de burros machos y yeguas, eran vitales para la economía romana y su Ejército. Es probable que los romanos prefirieran las mulas por su resistencia, velocidad y capacidad para soportar cargas masivas, especialmente para el Ejército, que estaba dispuesto a lo largo de miles de kilómetros.
“Cuando se colapsó el Imperio Romano no quedó ningún incentivo para el transporte a través de esos largos caminos, y las sociedades recurrieron a economías más locales”, dijo Orlando. “Entonces el burro se volvió más dominante y casi nunca se producían mulas”.
Hace 20 años en Abydos, en el sur de Egipto, los esqueletos de 10 burros, que databan del
3100 a.C., fueron extraídos de excavaciones afuera del recinto funerario de los primeros faraones. Los huesos mostraban características silvestres y domésticas, dijo Peter Mitchell, un arqueólogo en Oxford que no participó en el proyecto, con daños en las vértebras y articulaciones consistentes con el transporte.
El lucrativo comercio de pieles de burro, una industria global a menudo ilegal, en gran parte no regulada y en expansión, fomenta la cría intensiva para obtener pieles, que se hierven para hacer ejiao, una gelatina utilizada principalmente en la medicina tradicional china.
“Esto obviamente va contra el bienestar animal y representa una amenaza para las poblaciones locales de burros y para aquellos que dependen de este animal para su subsistencia”, dijo Orlando.
“En todo caso, nuestro trabajo revela que nuestra relación con el animal se remonta muy atrás en el tiempo”, dijo. “Esto debería ayudarnos a darnos cuenta de los innumerables servicios que brindaron a la humanidad y, con suerte, nos hará sentir agradecidos”.
Por: FRANZ LIDZ
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