La primera vez que Francis Ford Coppola tuvo una película en competencia en el Festival de Cine de Cannes fue en 1967. Tenía 28 años y la cinta era “Ya Eres Un Hombre”, una comedia de estudio sobre un joven que intenta separarse de sus padres.
Un mes después del festival, empezó a dirigir su primera película de estudio de gran presupuesto, “Finian’s Rainbow”. Fracasó. Luego invirtió algunos de sus ahorros en una película de estudio de bajo presupuesto, “Dos Almas en Pugna”. Fracasó. La siguiente película que dirigió fue “El Padrino”.
Coppola, que ahora tiene 85 años, regresó nuevamente a Cannes en mayo con la fantasía épica “Megalópolis”, un sueño para la pantalla grande que ha alimentado durante más de 40 años. Es su primera película desde “Twixt” (2011), una historia de terror poco vista sobre un novelista de género que dice que quiere hacer algo personal. Es un estribillo lastimero que Coppola ha expresado repetidamente a lo largo de su trayectoria.
Es y siempre ha sido un cineasta inequívocamente personal, cuyo amor por el arte del cine lo ha puesto repetidamente en desacuerdo con la industria y sus portavoces mediáticos.
En vista de la historia de independencia de Coppola y su historial de grandes riesgos financieros (como con “Apocalipsis Ahora”) y pérdidas a veces impresionantes (“Golpe al Corazón”), no fue sorpresa que gran parte de la conversación inicial sobre “Megalópolis” no fuera sobre la película en sí. Más bien, fue de cómo Coppola había ayudado a financiarla con “120 millones de dólares de su propio dinero”, una frase que se repitió reflexivamente en los reportes de prensa.
Sin embargo, para cuando se inauguró el festival el 14 de mayo, la conversación había cambiado radicalmente. Ese día, The Guardian publicó un artículo que incluía acusaciones de que Coppola había intentado besar a extras femeninas durante la producción. Cuando se le preguntó sobre las acusaciones, Coppola dijo: “Mi madre me dijo que si te le insinúas a una mujer, significa que le faltas el respeto, y a las chicas que me gustaban definitivamente no les falté el respeto”.
Coppola, cuya esposa durante más de 60 años, Eleanor, murió en abril, agregó que la foto de una de las “chicas” a las que besó en la mejilla fue tomada por el padre de ella. (“La conozco desde que ella tenía 9 años”).
Coppola ya hablaba públicamente de “Megalópolis” en 1982, año en que se estrenó su condenado musical expresionista “Golpe al Corazón”. (Para cuando cerró, Coppola le debía al Chase Manhattan Bank 31 millones de dólares).
Según le dijo a Film Comment en 1983, Coppola ya había acumulado unas 400 páginas de “material realmente interesante” para este nuevo proyecto. Estaba ambientada en la Nueva York contemporánea, pero se basaba en parte en la antigua Roma debido a las similitudes que vio entre ellas. “Todo mundo estaba metido en la muerte; todos los valores se habían convertido en una búsqueda de dinero”, dijo
El nuevo proyecto abordaría grandes preguntas —el por qué y el qué de la existencia. Lo que le interesaba a Coppola, dijo, era el asunto de la utopía. En la segunda mitad de la película hay una “sección realmente loca que, en última instancia, plantea la base del concepto de utopía”.
Esa alucinación cobró vida de manera visualmente impresionante 42 años después en “Megalópolis”, que se proyectará en cines IMAX a nivel mundial a fines de este año. Es una fantasía alegórica sobre un arquitecto, César Catilina (Adam Driver), que sueña con un mundo mejor y más brillante que el que habita. Ambientada en una ciudad que se parece a Nueva York vía la antigua Roma, sigue a César mientras lidia con el pasado, imagina el futuro, se enamora de una belleza inteligente, Julia (Nathalie Emmanuel), y discute con su padre, el Alcalde Franklyn Cicero (Giancarlo Esposito).
Coppola podría haber seguido haciendo películas de gánsteres, me dijo, después de “El Padrino”, un éxito crítico y popular. Pero quería aprender y hacer tantos estilos de películas como pudiera.