FALUYA, Irak — A un par de calles de distancia de los nuevos edificios y la ruidosa calle principal de la ciudad desértica de Faluya, alguna vez hubo un estadio deportivo. Los postes de la portería desaparecieron hace mucho tiempo y las gradas se pudrieron hace años. Ahora, está cubierto de lápidas.
“Este es el cementerio de los mártires”, dijo Kamil Jassim Mohammed, de 70 años, custodio del cementerio desde el 2004, cuando se cavaron las primeras tumbas para los muertos cuando las tropas estadounidenses lucharon contra las milicias iraquíes. “Dejé de contar cuántas personas están enterradas aquí, pero hay cientos, miles de mártires”.
Mientras Irak marca el vigésimo aniversario de la invasión liderada por Estados Unidos que depuso al dictador Saddam Hussein, un ejército de fantasmas acecha a los vivos. Los muertos y los mutilados ensombrecen a todos en este País.
Estados Unidos invadió Irak como parte de su “guerra contra el terror” anunciada por el Presidente George W. Bush después de los ataques de Al Qaeda el 11 de septiembre del 2001. Bush y de su istración afirmaron que Hussein estaba fabricando y ocultando armas de destrucción masiva, aunque nunca se encontró evidencia. Algunos funcionarios de EU también dijeron que Hussein tenía vínculos con Al Qaeda, lo que las agencias de inteligencia rechazaron más tarde.
Hoy, Irak es un lugar muy diferente. Es una sociedad mucho más libre de lo que era bajo Hussein y uno de los países más abiertos de Medio Oriente, con múltiples partidos políticos y una prensa mayoritariamente libre.
Aún así, conversaciones con más de 50 iraquíes ofrecieron un retrato a menudo inquietante de una nación rica en petróleo que debería estar bien, pero donde la mayoría de la gente no se siente segura ni ve a su Gobierno como algo más que una máquina de corrupción.
Muchos iraquíes ven un futuro económico sombrío porque, a pesar de la riqueza de los recursos naturales, los ingresos energéticos del País se han gastado principalmente en el vasto sector público, se han perdido por la corrupción o se han desperdiciado en grandes proyectos que quedaron inconclusos. Se ha invertido relativamente poco en transformar la infraestructura pública o prestar servicios.
“Sabemos que Irak es rico y esperábamos que mejorara”, dijo Mohammed Hassan, un ingeniero de comunicaciones de 37 años y padre de tres hijos que supervisa el tendido de líneas de internet en un barrio de clase media en la capital, Bagdad. Gana 620 dólares al mes. “Pero no obtuvimos lo que esperábamos”.
Irak sigue marcado de forma indeleble por una guerra civil, una insurgencia y la zozobra casi constante que desató la invasión, que continuó incluso después de que las tropas estadounidenses se retiraron en el 2011. Ola tras ola de combates dieron paso a conflictos políticos, y el País nunca se estabilizó por completo. Dos ciudades importantes —Mosul y Faluya— han sido destruidas en gran parte, y los daños son visibles en casi todas las ciudades importantes del centro y norte de Irak.
Unos 200 mil civiles murieron a manos de las fuerzas estadounidenses, militantes de Al Qaeda, insurgentes iraquíes o el grupo terrorista Estado Islámico, reporta el proyecto Cost of War con sede en la Universidad de Brown, en Rhode Island. Al menos 45 mil de las fuerzas militares y policiales iraquíes y al menos 35 mil insurgentes iraquíes también perdieron la vida, y decenas de miles más quedaron con heridas que les cambiaron la vida.
Del lado estadounidense, alrededor de 4 mil 600 soldados y 3 mil 650 contratistas estadounidenses murieron en Irak, y muchos más sobrevivieron, pero con cicatrices físicas y mentales.
Hoy, Irak es un lugar muy diferente al que encontraron los estadounidenses en el 2003.
Aproximadamente la mitad de la población de 45 millones nació después del 2000 y no experimentó las restricciones y la frecuente brutalidad de la vida bajo Hussein, quien fue capturado por las fuerzas estadounidenses a finales del 2003 y, tras un juicio iraquí, fue ejecutado.
Las percepciones de los jóvenes iraquíes están moldeadas por la violencia que siguió a la invasión liderada por EU y por la decepción de que su País no satisfaga las esperanzas suscitadas por una sociedad más abierta.
Para muchos iraquíes, es difícil apreciar los cambios positivos cuando más de uno de cada tres jóvenes está desempleado, según el Banco Mundial y la Organización Internacional del Trabajo. Hay pocos empleos de sector privado y no hay suficientes puestos gubernamentales para la población en rápido crecimiento de Irak.
Alrededor de una cuarta parte de los iraquíes viven en la línea de pobreza o por debajo de ella, afirma el Ministerio de Planificación de Irak.
La debilidad del Estado iraquí después de la invasión liderada por EU lo convirtió en terreno fértil para que las potencias de la región y más allá cultivaran sus ambiciones geopolíticas, incluyendo Irán, Turquía y el propio Estados Unidos.
Pero Irán demostró ser el más versado para ejercer influencia en Irak. Estimuló la creación de una fuerza militar paralela, y estas milicias, en su mayoría chiitas, tienen decenas de miles de combatientes, incluyendo algunos leales a Teherán. Muchos iraquíes acusan a las milicias e Irán de socavar la soberanía y la democracia de Irak porque varias de ellas funcionan fuera de la dirección militar de Irak y porque muchas milicias están vinculadas a partidos políticos, lo que le da un toque violento a la política.
Sin embargo, lo más preocupante para muchos iraquíes es la corrupción gubernamental cada vez más arraigada. Transparency International clasifica a Irak en el puesto 157 entre 180 países en su índice de corrupción.
Sajad Jiyad, analista político iraquí y miembro no residente de la Century Foundation, un instituto de investigación estadounidense, y otros expertos dicen que todo partido ha tratado de apoderarse de la mayor cantidad posible del botín de la riqueza y el poder de Irak, y que la corrupción se ha vuelto tan extensa que no son sólo los puestos de Ministros los que se asignan por partido; los partidos también controlan muchos empleos y contratos de nivel inferior asociados con un Ministerio y los utilizan para recompensar a los partidarios o ganar favores políticos.
Para conseguir un empleo en el Gobierno, muchos iraquíes tienen que conocer a alguien que ocupa un alto cargo en un Ministerio o partido político, o tienen que pagar a alguien en un partido o en el departamento donde quieren trabajar, o ambas cosas. Este sistema, que en los últimos años se ha generalizado, le ha puesto precio a muchos puestos de trabajo, afirman funcionarios anticorrupción y del Parlamento.
Injusticia es una palabra que surge en casi todas las entrevistas con iraquíes comunes. La utilizan para describir el sistema de pagar por empleos y la dificultad de conseguir cualquier documento oficial sin pagar algo extra a quien te lo da; la usan para describir cómo algunos vecindarios tienen agua contaminada —o no tienen agua.
Incluso la demanda más básica que la gente le hace al Gobierno —que garantice su seguridad día a día— no se da por sentada en todas partes en Irak. En Diyala, una provincia mayoritariamente rural al noreste de Bagdad, más de 40 personas han muerto en asesinatos sectarios desde enero.
En un rincón del cementerio de Faluya yacen los 27 de la familia Dhahi que murieron cuando un avión estadounidense bombardeó su casa el 6 de abril del 2004, durante intensos combates.
Un miembro de la familia que sobrevivió, Waleed Dhahi, ahora de 23 años, fue encontrado con vida entre los escombros. Su familia inmediata —su padre, su madre, tres hermanos y una hermana— no corrieron con tanta suerte. Perdió un ojo y tiene metralla incrustada en una pierna.
“Mi opinión de los estadounidenses es negativa, porque si alguien viene y mata a mi familia y yo no tengo ningún poder para combatirlos, eso deja un odio”, dijo.
Falih Hassan contribuyó con reportes a este artículo.
Por: Alissa J. Rubin
BBC-NEWS-SRC: https://www.nytimes.com/2023/03/18/world/middleeast/iraq-war-20th-anniversary.html, IMPORTING DATE: 2023-03-24 16:10:07