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¿Por qué hay un acelerón de la carrera armamentista en el mundo y qué implica esto?
Ventas de armas alcanzaron un nuevo récord en 2023: 2,2 billones de dólares, un 9 % más que en 2022.
Alemania duda si enviar o no los Leopard 2 a Ucrania. Foto: EFE/EPA/VALDA KALNINA
Por los salones del Hotel Bayerischer Hof de Múnich desfilaron, este fin de semana, medio millar de funcionarios, líderes políticos, académicos y empresarios del sector de la defensa de unos 70 países, además de un centenar de periodistas que cubrían el más prestigioso evento anual de los temas de seguridad y defensa, la Conferencia de Múnich, que desde 1963 se celebra cada febrero en la capital bávara.
La cumbre, creada por Ewald-Heinrich von Kleist-Schmenzin, un antiguo militar alemán que participó en el plan Valquiria –el intento de matar a Adolf Hitler, en julio de 1944, para acabar con la II Guerra Mundial–, se celebró bajo el lema ‘Paz por intermedio del diálogo’. Pero, este año, la edición 60 de la conferencia estuvo marcada más por hablar de guerra que de paz.
Impulsadas por las guerras de Ucrania y Gaza, los violentos conflictos en África central y el mar Rojo, las tensiones en buena parte del Medio Oriente, la península de Corea y el mar de China, las ventas de armas alcanzaron un nuevo récord el año pasado: 2,2 billones de dólares, un 9 por ciento más que en 2022.
El mercado lleva al menos dos décadas al alza. Aun en 2020, el año de la pandemia, el negocio creció hasta 1,83 billones de dólares, casi cuatro por ciento más que en 2019, y eso a pesar de una ligera desaceleración al término de la década anterior. En el transcurso de 20 años, las ventas de las 100 mayores empresas fabricantes de armas se triplicaron.
Carros de combate israelíes cerca de la Franja de Gaza. Foto:AFP
Para hacerse una idea de la dimensión de esa cifra, basta decir que los 2,2 billones de dólares de ventas totales en 2023 equivalen a más de cinco veces el PIB nominal de Colombia (el total de la producción de bienes y servicios del país, sumados los sectores público y privado).
Los vendedores de armas intentaban ocultar su sonrisa ante un mercado en expansión, y altos funcionarios, políticos y académicos expresaban su preocupación, mientras las noticias de diversas regiones del mundo permitían prever que, por ahora y durante los próximos años, la carrera armamentista seguirá.
Miedo a Vladimir Putin
Mientras la cumbre avanzaba, resonaban las terribles noticias de Gaza, donde las tropas israelíes mantienen sus ataques con un enorme costo para la población civil, y de nuevas tensiones en el mar de China entre el gigante asiático y la pequeña isla de Taiwán, al tiempo que Corea del Norte lanzaba nuevos misiles de prueba.
Entre tanto, en Europa, el Gobierno de Ucrania confirmó que sus tropas abandonaron la ciudad de Aidíivka, en el este del frente de resistencia contra las tropas rusas, lo que marcó el mayor avance logrado por el ejército de Vladimir Putin en año y medio.
Casi al tiempo, el gobierno de Putin confirmaba la muerte en prisión del líder opositor Alexéi Navalny, asesinado por el régimen, según los dichos de su viuda, Yulia Navalnaya. Y en Estados Unidos, fuentes de inteligencia confirmaban que Rusia tiene casi lista un poderosa arma antisatélite, para hacerla operar en el espacio.
Todo ello confirma el envalentonamiento de Putin, ante un Occidente que luce inseguro y dubitativo, con la derecha populista en Europa y Estados Unidos esforzándose por frenar la ayuda militar y financiera a Ucrania. “¿Quién hubiera dicho que esta derecha iba a convertirse en el gran aliado de un líder ruso que estimula entre su pueblo la nostalgia por los tiempos de la Unión Soviética?”, se preguntaba en una charla de corredor un académico francés presente en la reunión de Múnich.
¿Quién hubiera dicho que esta derecha iba a convertirse en el gran aliado de un líder ruso que estimula entre su pueblo la nostalgia por los tiempos de la Unión Soviética?
Pero así es. Mientras en el Viejo Continente el líder derechista húngaro Viktor Orbán –gran aliado de Putin- pone una talanquera tras otra para frenar la ayuda de la Unión Europea al régimen de Kiev, en Estados Unidos los republicanos trumpistas de la Cámara paralizan la votación del paquete de ayuda que impulsa el presidente Joe Biden y, de paso, le hacen un enorme favor a un Putin cada vez más desafiante.
Natalie Tocci, directora del Instituto Italiano de Asuntos Internacionales, se refirió a la poca inspiración que despertaron líderes occidentales como la vicepresidenta de Estados Unidos, el canciller alemán y hasta el carismático presidente de Ucrania, en la reunión de Múnich: “Kamala Harris vacía, Olaf Scholz blando, Volodimir Zelenski cansado”, dijo Tocci. “Muchas palabras, ningún compromiso concreto”, remató la académica italiana en declaraciones al diario The New York Times.
Es un ambiente diferente al de hace un año, cuando Ucrania había frenado y hecho retroceder a Rusia, y los líderes occidentales lucían unidos y decididos, una actitud que sin duda sirvió para disparar el gasto en armamento, no solo en potencias militares como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, sino en países que llevaban décadas de compromisos pacifista como Japón y Alemania.
Kamala Harris . Vicepresidente Estados Unidos Foto:EFE
El empujón de 2023
Pero, más allá de las dudas sobre el futuro, la realidad es que en 2023 el gasto militar de Occidente en armas creció con fortaleza.
Mientras EE. UU. se mantuvo como indiscutible líder mundial, con 905.000 millones de dólares, 41 por ciento del gasto total del planeta en este campo, Europa aceleró. Diez países europeos alcanzaron la meta anunciada de dedicar 2 por ciento de su PIB al sector de la defensa, con países como Alemania avanzando por encima del 3 por ciento. Desde que Rusia se apropió de la península de Crimea en 2014, el gasto militar de los países de la Unión Europea aumentó 32 por ciento, pero el acelerón fue más notable en 2022 y 2023 tras la invasión rusa a Ucrania.
Portamisiles Himars, suministro de armas de EE. UU. a Ucrania. Foto:Fayez Nureldine. AFP
En conjunto, Estados Unidos, Canadá y sus socios europeos en la Otán concentraron el 58 por ciento de gasto militar del mundo, con un notable esfuerzo de los países del Viejo Mundo: Gran Bretaña superó los 73.000 millones de dólares (contra 68.000 millones en 2022); Alemania, los 63.000 millones de dólares (contra 55.800 millones en el 2022), y Francia, los 60.000 millones de dólares (contra 53.600 millones en 2022. Japón, el gran aliado de Occidente en el Lejano Oriente, también aumentó su gasto militar: sumó casi 50.000 millones de dólares, un 8 por ciento más que en 2022.
Pero Rusia, China y otras potencias enfrentadas a Occidente también han acelerado el ritmo de su producción y adquisición de armas. Empeñada en colocarse al nivel de Estados Unidos también en este campo, China lleva ya varios años con un gasto militar por encima de los 200.000 millones de dólares anuales.
Muchas palabras, ningún compromiso concreto
Los planes indican que ese ritmo se va a seguir acelerando, entre otras razones, por su decisión estratégica de convertirse en la gran potencia dominante en Asia y el Pacífico, y por su objetivo de anexionar la isla de Taiwán, que se mantiene como una república independiente desde 1949, a la China continental.
En el caso de Rusia, el año pasado muchos expertos se interrogaban sobre la capacidad que tendría el gobierno de Putin de sostener la producción de armamento, único camino para aguantar su ambiciosa y muy costosa ofensiva en Ucrania, donde, en solo tanques, el Kremlin ha perdido más de 3.000.
. Foto:AFP
A pesar de las sanciones económicas, y del embargo en la venta de armamento occidental y materias primas clave para la industria militar, Moscú ha mantenido el constante y veloz ascenso de su gasto en defensa. En 2022, en cuyos inicios activó la invasión a Ucrania, ese gasto superó los 86.000 millones de dólares, para crecer cerca del 30 por ciento en 2023, hasta rozar los 110.000 millones de dólares.
Esa cantidad equivale a la asombrosa proporción del 7,5 por ciento del PIB, lo que confirma que el gigantesco esfuerzo de guerra, aun si las arcas rusas lo han podido sostener, ha implicado sacrificar inversión y gastos en otras áreas, con un gran costo para el conjunto de la sociedad.
Para 2024, el gasto militar ruso seguirá subiendo, hasta superar los 115.000 millones de dólares. Es casi cuatro veces más que el gasto militar de Ucrania, lo que hace a l gobierno de Zelenski enormemente dependiente de la ayuda de Estados Unidos y Europa.
El presidente ucraniano Volodymyr Zelenski durante la Conferencia de Seguridad de Munich. Foto:AFP
En Rusia, semejante flujo de recursos tiene, en todo caso, un efecto activador de una economía lastrada por las sanciones occidentales. Hace pocas semanas, Putin declaraba orgulloso que “520.000 empleos han sido creados en año y medio, por la industria de defensa”. Según el líder del Kremlin, Rusia cuenta con “6.000 empresas que pertenecen al sector de la defensa y generan 3,5 millones de empleos”.
Las compras rusas de equipo militar han impulsado la producción en otros países, como Irán. Para mayo del año pasado, el presidente ucraniano, Zelenski, aseguró que el régimen de los ayatolás había vendido más de mil drones explosivos al ejército de Putin. Según conocedores, la cifra puede alcanzar ahora más del doble.
Otro país asiático que desde hace años juega un papel protagónico en materia de gasto militar y armamentismo es India. Invierte más de 70.000 millones de dólares al año desde fines de la década pasada, y en 2023, con 73.600 millones, fue la cuarta nación que más gastó en este campo, debajo solo de EE. UU., Rusia y China.
Los análisis geopolíticos que explican el aumento de las tensiones por efecto de lo que ocurre en Ucrania, en Medio Oriente, en el centro de África y en Asia permiten entender lo que está sucediendo. Una carrera armamentista se da justamente porque un país gasta más y sus adversarios deben imitarlo, para no quedarse atrás.
Pero, aun con esas explicaciones, no deja de resultar espeluznante que, en un mundo donde cerca de 200 millones de seres humanos en más de medio centenar de países sufren de hambre, y unos 700 millones viven bajo la línea de pobreza, cantidades tan descomunales de dinero se dirijan a las armas y otros gastos militares. Una situación que, a juzgar por la forma como crecen las tensiones políticas en el planeta, no va a cambiar en los años por venir.