SEÑOR DIRECTOR:
Según se informa en este diario, el Instituto Nacional de Salud dice que al 1.º de enero iban en Colombia 1.135 casos de personas lesionadas con pólvora. Es una barbaridad. Y de ellas, 331 son menores de 18 años. Esto se traduce en irresponsabilidad, en imprudencia, en falta de conciencia, como se le quiera llamar. Pero es una tragedia.
Quiera Dios que no sean lesiones graves, que los menores no hayan quedado marcados de por vida. Y es que esta es una accidentalidad costosa para las víctimas como para el sistema de salud. Pero los lesionados, digamos con un daño irreparable en la vista, es de por vida.
El Congreso, que logró sacar adelante proyectos que afectan directamente la sociedad como el del ruido, tiene que legislar más en serio sobre la pólvora. Se puede prohibir en manos de particulares definitivamente. Y que haya sanciones efectivas.
Carmen Rosa Novoa
SEÑOR DIRECTOR:
Se fue el año, se están acabado las fiestas, ya regresan los viajeros. Por ahora, las grandes ciudades siguen transitables. Aunque en Bogotá no se debe ir a más de 50 kilómetros por hora. 50 o 55, está bien. Imagino la mano de multas, pues he visto a muchos carros a 80 por lo menos por las avenidas 26 o NQS. Y las motos, que vuelan. Y, claro, no se ve que la policía los detenga. Tal vez nuestra ciudad siga así hasta mediados de enero. ¿No será que es bueno que pongan retenes antes de que la accidentalidad crezca y ponga muertos y heridos? Porque, además, es posible que estas altas velocidades en algunos casos lleven el acelerador del licor. Y de otro lado, que se aproveche para tapar huecos día y noche. Porque, aunque se ve que hay trabajos, estos abundan.
Dagoberto Castaño Paredes
SEÑOR DIRECTOR:
Como debe ser, es prioritario investigar los hallazgos de restos humanos en la Comuna 13 de Medellín. Los colombianos somos dados a olvidar importantes hechos que marcaron la historia del país. Hace 22 años la Comuna 13, ubicada en un cerro de la capital antioqueña, era una zona violenta controlada por diferentes organizaciones criminales. Ninguna autoridad, ni civil ni militar, tenía al lugar; los asesinatos eran el pan de cada día, convirtiendo el territorio vedado en un camposanto. Por ello, el hecho de que hoy aparezcan cadáveres no puede resultar extraño.
En el mes de octubre del año 2002 el gobierno de turno recuperó la comuna. Años más tarde, después de un trabajo estratégico y disciplinado de las autoridades nacionales y locales, el lugar terminó convertido en una importante zona de comercio minoritario y turismo, que hoy es visitada por ciudadanos de todo el mundo. Quienes hemos recorrido la comuna sentimos que allí ocurrió algo extraordinario.
Pueda ser que, como suele pasar en el país donde el fin justifica los medios, las investigaciones no se utilicen políticamente para cuestionar a quienes en su momento resolvieron un inmenso problema social y económico que aquejaba a la nación. Y que, de ninguna manera, contaminen el proceso electoral del año 2026.
Mario Patiño Morris