SEÑOR DIRECTOR:
Cuando los conflictos armados son internos, se matan y sacrifican entre hermanos, con la diferencia de llevar distinto brazalete, o simplemente por estar en medio del fuego cruzado, de las disputas de los intereses de unos y otros. En nuestro país han muerto miles de personas inocentes de esta manera.
Con el último especial de EL TIEMPO, se visibiliza el drama de los desaparecidos, que se desprende del secuestro y el reclutamiento ilegal. Esos dos aspectos son de los crímenes más crueles e infames, practicados por las guerrillas en Colombia. No solo por los que se van, sino por la dolorosa espera de las familias, que cuentan las horas y los días para ver aparecer a su ser querido.
Para miles, son años de incertidumbre.
Lo menos que deben hacer quienes cometieron semejantes crímenes, si algo de humanidad les queda, es aportar a la verdad. Las familias necesitan saber de sus seres queridos. ¿Es mucho pedir?
José Francisco Piñeres
Un aporte a la seguridad alimentaria
SEÑOR DIRECTOR:
EL TIEMPO (18/1/2023) se refiere a la erradicación de cultivos de coca. En el pasado, la erradicación fue con glifosato, con contratos que nos costaban 40 millones de pesos la hectárea. El actual gobierno bajó las metas de erradicación a 20.000 hectáreas al año para hacerla proporcional a la sustitución con cultivos de pancoger. El mejor aporte que pueden hacer los EE. UU. es bajar el consumo allá para salud de su gente y revisando los tratados de libre comercio, que también hicieron disminuir nuestra producción de maíz, pues de las 200.000 hectáreas que están sembradas de coca, gran parte estaban cultivadas en productos para la seguridad alimentaria.
En este espacio hemos propuesto que en la misma tierra suelta por arrancar la coca se deben sembrar los cultivos de pancoger, así se puede retomar la soberanía alimentaria que disfrutamos antes de los TLC y del auge del narcotráfico.
De otra parte, se está avanzando en el uso benéfico de los cultivos ilícitos con grandes posibilidades.
Fidel Vanegas Cantor
Gratitud a Nariño
SEÑOR DIRECTOR:
Este año conmemoramos el bicentenario de la muerte del general Antonio Nariño, fallecido a causa de tuberculosis en Villa de Leyva, a los 58 años de edad. El precursor fue un prócer que lo sacrificó todo por la causa libertadora. Reveló su talante emancipador traduciendo la Declaración de los Derechos del Hombre, en 1794, por lo cual fue encarcelado durante 16 años.
El Arcano de la Filantropía, producto de su espíritu humanista, fue un círculo de intelectuales donde se discutían las ideas de los amantes de la libertad. En 1814, al finalizar la campaña del sur, fue apresado nuevamente en Pasto, hasta su regreso en 1820.
Su faceta de periodista se inicia con la colaboración en el Papel Periódico de Santafé. El palacio de Nariño, construido en los predios de su casa natal, es un merecido homenaje a su memoria.
“Amé a mi patria, cuánto fue ese amor, lo dirá la historia...” es parte de sus últimas palabras.
Campo Elías Ardila Cardozo