“Mi papá nos enseñó a querer la muerte, a portarse bien para llegar a la muerte”, le dijo alguna vez Leonor González Mina, la Negra Grande de Colombia, a Darío Arizmendi. Leonor, que nació en Robles, Jamundí, en 1934, murió el miécoles a los 90 años. Su hermano conoció a Manuel Zapata Olivella siendo estudiantes de la Universidad Nacional, y luego este le presentó a su hermana Delia. En 1952, con dieciocho años, Leonor se unió a la tropa del Ekobio Mayor, a través del ballet que hizo famosa a Colombia en todo el mundo.
La defensa y la convicción de los Zapata por dignificar y crear un espacio político para los afrocolombianos fue un tozudo proceso que entendió que las expresiones culturales eran la llave para desarmar el racismo estructural de una sociedad esclavista por ley hasta mediados del siglo XIX, pero mentalmente, en muchos casos, hasta nuestros días. Dicha dignificación se hizo a través del internacionalismo y el panafricanismo que concretaba sus luchas de liberación desde los años cincuenta.
Con el ballet de Delia, la Negra cantó y alzó la voz. En su primera gira, cuenta con gracia, aprendió en París que los ascensores encerraban y que los Campos Elíseos eran de concreto, mientras que la suya era una voz del campo, del cacao que cultivó su padre, un agricultor que la vio debutar con la orquesta sinfónica cantando El boga, boga bogando.
Viajó por los países de la Cortina de Hierro, conoció el mundo, “canté hasta en India”. Grabó discos notables. Se llamó cumbia. Su piel fue morena como los cueros de los tambores que tocaron seres que le dejaron dolores en el alma, como su hijo Candelario, que murió en Italia, prematuramente, a los treinta y cinco años, siendo un gran percusionista.
Jamás compuso. Le dio forma a Mi Buenaventura, a Borrachera, a Navidad negra. Todos aprendimos de la Negra, pues su voz se convirtió en un timbre que conocimos desde la infancia.
Le fascinó actuar. En los años noventa se dejó tentar por la política y entró a la Cámara de Representantes. No cosechó recuerdos. Cantó Chambacú y alzó el puño porque entendió y nos hizo entender que “de aquí no me sacas tú”. La Negra fue enorme e hizo grande a Colombia. Ahora visita a su padre. Le cumplió. Hasta siempre, maestra Leonor.