Estado de grata satisfacción espiritual y física. Así define el término ‘felicidad’ la Real Academia Española. Me gusta. Sobre todo, me gusta que tenga en cuenta dos dimensiones –una relativa al cuerpo y otra al espíritu– que suman a la hora de ir en busca del bienestar, el placer, la alegría.
Lo cierto es que, a la luz de esta definición, se vienen a la cabeza acciones que tienen relación con la felicidad y que quizás puedan ser consideradas como ingredientes de una receta para alcanzarla.
Pienso, por ejemplo, en contemplar, compartir, jugar, relajar, entretener, ejercitar, aprender, ascender... y pienso que el edificio diseñado para el Centro de la Felicidad de Chapinero les apunta a estos verbos. Como las buenas obras de arquitectura, no se trata de una edificación para ser exhibida sino para ser vivida. Una obra que tiene un propósito claro: propiciar momentos que promuevan la felicidad.
No se trata de una edificación para ser exhibida sino para ser vivida
El centro está ubicado en la esquina de la carrera 11 con la calle 82, en una zona en donde en la última década se han levantado obras que llaman la atención y que han jugado muy bien con edificios de la segunda mitad del siglo pasado que pueden considerarse clásicos de la arquitectura bogotana.
El diseño de Rogelis –que sin duda empezará a recibir reconocimientos muy pronto–, hermoso, imponente y funcional, trae al presente elementos de obras icónicas de la ciudad de arquitectos como Rogelio Salmona y Daniel Bermúdez.
El nuevo centro de la felicidad, que ofrece increíbles panorámicas de Bogotá, está pensado para democratizar las alturas y se erige como un símbolo de inclusión, en un sector privilegiado de la capital. Este gran centro cultural y deportivo, que cuenta con piscinas, canchas deportivas, librería, gimnasio, escenarios culturales, cafés y miradores, será inaugurado a mediados de octubre, y puede ser visitado y recorrido sin necesidad de carnet ni membresías.