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Mikis Theodorakis y Gabriel García Márquez, en la genética del MAS

Fue un encuentro de dos lumínicos personajes que iniciaban una amistad sin ribetes cuestionadores.

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Fue amor a primera vista. Cada uno quería cortejar a la atractiva propuesta en boca de todos. Pocas veces un movimiento político venezolano lograba cautivar más allá de nuestras fronteras. La postura desafiante que tuvo al cuestionar severamente al socialismo soviético hizo metástasis en la opinión universal. Desde el útero totalitario emergió la criatura rebosante de libertad. Abrió los brazos para demostrarles a todos que el sueño estaba en la tenue luz que rebasaba a las puntiagudas lanzas de una doctrina enfermiza. La Meca universal del socialismo era severamente cuestionada desde América. Una pequeña fisura en los intersticios del monstruo de cabeza grande moscovita y helada cola en las estepas siberianas. El horror de los múltiples crímenes cometidos por ellos quedaban finalmente al descubierto. Era el presagio de su derrumbe veinte años antes de su hecatombe política. El MAS se encargaba de abrirles los ojos a los obtusos embarazos de romanticismo ideológico.
(También le puede interesar: El desafío venezolano del 2024)
El Movimiento al Socialismo tampoco fue a militar en la otra orilla del orden universal. En el tablero de los dos mundos buscó jugar con sus propias piezas. La redención de los desposeídos librándola con las reglas de la democracia. Nada de episodios violentos como fútil experimento de la sangre derramada inútilmente. Una propuesta de profundo cambio político en libertad y basada en la constitucionalidad democrática era su leitmotiv. Fue así como la oferta programática se hizo inspiración para el pensamiento universal.
En Atenas vivía el célebre músico griego Mikis Theodorakis, considerado el mejor del mundo. Estando de gira por Praga se encontró con unos amigos en un café del centro. En medio de la tertulia surgió el tema del libro de Teodoro Petkoff sobre Checoslovaquia y el problema del socialismo cuando se convierte en totalitario. Toda la tarde estuvieron discutiendo hasta que alguien habló del nacimiento de un movimiento venezolano sumamente interesante para la política universal. Theodorakis no dejó de investigar hasta lograr hacer o con ellos. Como un regalo muy especial escribió el himno del MAS. El genio universal de la música quedaba cautivado con la propuesta y quiso contribuir dándole una identificación sonora al partido. Desde Grecia se hizo adepto, para llevar el mensaje, hasta los confines de un mundo de izquierda atolondrado en sus archipiélagos.
Desanda glamoroso la heroicidad del verbo escrito por Gabriel García Márquez. Como bandadas de guacamayos de colorido plumaje extendía sus alas el gran escritor. Como las aguas del Magdalena deslizó su interés por un movimiento político venezolano que denunciaba al imperio soviético sin renunciar a la lucha por mayor equidad social, sin perder la libertad. Llamó de seguidas a su amigo Miguel Otero Silva para buscar un encuentro con sus principales dirigentes. Un buen día se reunieron en Caracas Gabriel García Márquez y Teodoro Petkoff. Fue un encuentro de dos lumínicos personajes que iniciaban una amistad sin ribetes cuestionadores. El gran escritor colombiano gana el premio internacional de literatura Rómulo Gallegos, contentivo de unos veinticinco mil dólares. El hombre alzó el cheque y lo beso ante el asombro del jurado. Un día después, en una rueda de prensa, regala al MAS el premio. Inclusive simbólicamente se inscribe en el partido como militante. El dinero del galardón fue utilizado para comprar una imprenta que produciría un periódico para el libre debate de las ideas.
ALEXÁNDER CAMBERO

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