Los gatos son un espejismo, una rareza de la naturaleza, ¿tienen una ética, cuál es su sentido de la vida con respecto a nosotros? En Filosofía felina John Gray aborda principios filosóficos y de vida para internarnos en ese mundo gatuno. “Los gatos no necesitan filosofía”, escribe Gray, los guía su naturaleza, mientras que los seres humanos “estamos insatisfechos con nuestra condición”. Allí todo empieza aclararse. La vida humana busca la felicidad y se angustia con la muerte, mientras los gatos encuentran su plenitud en su modo de vivir: sin angustias metafísicas, la muerte no está en su radar, a menos que su integridad corra peligro. La religión y la filosofía intentan modular el universo humano, en ese sentido el gato es ateo, solo cree en sí mismo, en su circunstancia. “La ausencia de razonamiento abstracto en los gatos en una marca de su libertad mental”, subraya Gray. Esto me recordó un escrito de Cioran, Filosofía y prostitución, donde decía que las putas eran actrices, no tenían temor a fingir, mientras que los filósofos estaban apegados a la verdad, son moralistas.
Gray rescata la imagen de Schopenhauer, entre otros filósofos, que se valió de sus gatos para corroborar su teoría de que la mismidad era una ilusión. En el momento de su muerte, lo acompañaba un gato como un ídolo imperturbable. Gray ubica la aparición de los gatos hace cinco milenios en la China, cuando la variedad Felis silvestris se acerca a los animales humanos, y estos los aceptan por su utilidad: cazadores de ratones o para controlar las plagas en los navíos, pero terminan poniendo las condiciones, es decir, domesticando a los seres humanos.
Gray anota diez pistas felinas sobre cómo vivir bien, aquí les comparto algunas: “Es ridículo que te quejes de que no tienes suficiente tiempo; Nunca trates de convencer a los seres humanos de que sean razonables; No tengas miedo a la oscuridad, pues las cosas más interesantes se ocultan en la noche; Guárdate de cualquiera que se ofrezca a hacerte feliz; Duerme por el simple placer de dormir”. Tal vez sus siete vidas sean eso, múltiples fragmentos de una unidad. Si la vida no tiene sentido, en últimas para qué atrapar el devenir; ellos nos enseñan “que el sentido de la vida es una sensación táctil o un olor que llega por casualidad y, antes de que te hayas dado cuenta, ya se ha ido”.
ALFONSO CARVAJAL