El mapa narrativo de esta novela exhibe en su plenitud la maestría de Herta Müller (Premio Nobel de Literatura, 2009); en sus secretos visibles el lector encuentra el cómo para adentrarse en una historia que reúne en un solo individuo los exilios, la opresión, las vicisitudes internas y el autoritarismo al servicio de las ideologías.
La escritora, nacida en Rumania y de origen alemán, perseguida por la dictadura de Ceaucescu, se refugia en Berlín en 1987. Allí conversa con algunas personas y el poeta Oskar Pastior, quienes estuvieron detenidos en ‘un campo de trabajo’ a finales de 1945, obligados por Stalin para reconstruir los horribles destrozos nazis que implicó la épica resistencia soviética. El protagonista, Leo (al parecer Pastior), permanece allí de los 17 a los 22 años.
En un poderoso monólogo, Müller logra un lirismo avasallante y un conocimiento arraigado de las pasiones humanas en el oprobio del encierro. Seres que caminan sobre un cercado de púas mentales. Es un hotel atípico, un barracón de 68 camas, en el cual se escenifica la narrativa de los desposeídos del mundo. Trabajan a 12 metros bajo tierra, arañando las minas de carbón con sus palas heroicas; donde “el ángel del hambre” es un fatum cotidiano; en la noche cuando regresan del trabajo, los hambrientos se miran unos a otros y se comen los sueños cortos para sobrevivir, uno tras otro: sopas de bodas y pan, pimientos rellenos, helado de fresa en copa de plata, para extender la tortura de la realidad.
El “sé que volverás” de la abuela fue la bandera oral que mantuvo vivo a Leo, la que movió su corazón. Epifanías como “he conseguido incluso que mi nostalgia no tenga amo” son una de las grandes conquistas morales de la historia. Una reflexión del protagonista hace posible la novela: “Ninguno de nosotros luchó esta guerra, pero para los rusos éramos culpables de los crímenes de Hitler por nuestra condición de alemanes”, pues para los imperios los civiles son víctimas de sus arrebatos, no más miremos la barbarie de Ucrania, donde el zar ruso y los intereses de Estados Unidos y Europa actúan como sangrientos titiriteros tras bambalinas. Todo lo que tengo lo llevo conmigo resume la tragedia y la esperanza del ser humano, porque más allá de las pertenencias materiales están sus sueños y ser dueños de su propia vida.
ALFONSO CARVAJAL