Blanca y Rosa Quiroz, Bárbara Beltrán y Margarita y Ligia Rodríguez hacen parte de una dinastía popular, vendedoras de legumbres y frutas: la historia comenzó hace más de 50 años en la plaza al frente de la iglesia de Egipto, cuando sus abuelas y madres ejercían su oficio de alimentadoras sociales. Recuerdan que en esa época los productos de la tierra llegaban en mulas y se exhibían en tapas de cajas de galletas o tazones plásticos regados en el suelo; el asunto iba tan bien que más al sur de la estación de bomberos sobre la Circunvalar se construyó la plaza Rumichaca en 1986, que luego el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural la incluyó como recorrido histórico, al igual que la iglesia y el acueducto de Egipto, fundado en 1888.
En su tiempo de esplendor, la plaza Rumichaca, que está bordeada por la quebrada Manzanares, alcanzó a tener 125 puestos, entre famas, graneros, cocinas, también los domingos con la presencia de personas de veredas del campo de Choachí, Fómeque y La Unión, que traían una gran variedad de quesos, mantecadas y huevos criollos.
Desde hace cinco años el deterioro de la plaza y el fallecimiento de algunos dueños de puestos fueron amilanando las existencias. La estructura se averió y el techo comenzó a ceder. Las cinco mujeres siguieron ganándose el día a día, en medio del ruinoso paisaje, desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, surtiendo a habitantes de Egipto, El Guavio, Belén y de La Candelaria.
En el reciente invierno, las cosas se fueron al traste; el techo era un riesgo permanente. Una mañana, la noticia cayó como un gran baldado de agua helada: las autoridades cerraron la plaza por precaución y Blanca, Rosa, Bárbara, Margarita y Ligia quedaron literalmente en el aire. Les dieron un espacio de un solo día, el domingo, de 6 de la mañana a las 2 de la tarde, en su lugar de origen, al frente de la iglesia de Egipto como vendedoras ambulantes, pero el transporte y la efímera vida de los alimentos se les han vuelto un problema insostenible.
Margarita dice que La alcaldía de La Candelaria les dijo que van a demoler la plaza Rumichaca, y todavía no está claro qué harán en el lugar. El desalojo fue inevitable, pero el acompañamiento social también es una responsabilidad de las autoridades. Mientras tanto van de un lugar a otro, igual a pájaros errantes y sin saber nada de su futuro.
ALFONSO CARVAJAL