Llego tarde con mi opinión sobre un tema que fue, para mí, demasiado predecible desde el comienzo. Mis presagios, sin ser experto del tarot o las líneas de la mano, vaticinaban días infaustos durante y después del proceso. Me convertí también en un improvisado horóscopo que auguró un aluvión de sapos (disidencias). Hoy, por división interna, las pocas neuronas que gobiernan en Venezuela y la indolente vanidad de Santos cuando se obsesionó con el Nobel, me llevan a reafirmar: el proceso sirvió para que las disidencias se multiplicaran sin control y el edén que prometía la “paz” de Santos solo sirva al otro lado del Orinoco para el arropo e incubación de narcoterroristas que él consintió y defendió sin escrúpulos a los cuatro vientos.
No hay que hacer un enorme ejercicio de memoria para recordar que muchos de los integrantes de las Farc jamás tuvieron una verdadera actitud de diálogo; mas, al gobierno de turno, para que las delirantes obsesiones del Nobel de la Paz no se vieran perjudicadas, se le ocurrió la brillante idea de dividir el país entre “los amigos de la paz” y del otro lado estábamos los “desubicados”, “guerreristas” y “atizadores”, o sea, “los enemigos de la paz”. ¡Nunca fuimos enemigos de un estado de bienestar para un país como Colombia!
‘Pablo Catatumbo’ –para recordarles a personas de sesgo ideológico– le respondió una vez a María Jimena Duzán que había “compromisos de confidencialidad” cuando se comenzaron los diálogos en el anterior gobierno. Negociación que, por cierto, despertó muchas dudas durante su evangelización con el credo de la “paz” para los medios y gobiernos internacionales. ¡¿Qué teníamos que creer o imaginar por “confidencialidad” en ese entonces?! Incluso hoy en día. Pero el mármol en el cual Juan Manuel Santos plasmó todo su álter ego seguía agrupando y ostentando embustes: “Ni Timochenko ni ningún jefe de las Farc ocuparán un cargo político”, “… si las Farc dicen que no han secuestrado, ¡hay que creerles!”. Y, por cierto, las investigaciones de los “dineros en la chequera de la paz”, ¡¿en qué quedó esa investigación, engavetada con la mismísima pieza de mármol y su enconada firma?!
Muchas preguntas y recuerdos me surgen para muy pocas líneas, pero me encantaría escuchar los viejos pregoneros del proceso a los moralistas y los incondicionales amigos de bolsillo que fueron endulzados con el exceso de jalea que tuvo la campaña de la magna “paz” liderada por Juan Manuel Santos. Interesante saber qué piensan hoy los jubilados pacifistas de nómina del acuerdo y muy especialmente al desenfocado y ofendido tribuno Iván Cepeda cuando afirmó que la captura (la primera) de ‘Jesús Santrich’ era un “pérfido ataque al proceso de paz”. ¡¿Qué piensa también hoy Humberto de la Calle cuando, sin ética o recato, les pedía públicamente “sacrificios” a los colombianos por la “paz”?! ¡¿Dónde están los “sacrificios” de los prófugos, doctor de la Calle, en Venezuela, en Cuba?! ¡¿Los colombianos aún deben seguir poniendo cruces en la lista de “sacrificios”, don Humberto?!
Llegó un día en el cual decidí –por salud y bienestar personal– marginarme por completo de este tema tan desgastador, me había dedicado a escribir sobre otro tipo de asuntos más humanistas, culturales, etcétera. Poco me importó si mis columnas ya no eran tan leídas o comentadas; sin embargo, déjenme decirles que con la inestable situación del país vecino; el desdeñoso discurso del limaco ‘Iván Márquez’; la banda de matones, borregos y saltimbanquis que lo rodeaban en el video; los dineros de Odebrecht en la campaña de reelección por la endulzada “paz” y los extraviados con flautas, pitos y capuchas que aún intentan defender o argumentar con maquiavélicos giros de tuerca que la culpa resultó ser del Gobierno actual por el rearme de las “Farc II”… Definitivamente, entonces, ¡nos falta honestidad con nosotros mismos y mucha lectura en los fallidos procesos con las cínicas Farc!
P. S.: reitero, el proceso hubiera funcionado mejor aislando a los caciques y acogiendo a los indios sin excesos de flautas ni pitos, pero prefirieron jubilar caciques por el más desprestigiado de todos los premios Nobel y abandonar indios que terminaron por ser “disidencias”: ¡nuestra cíclica historia!