Picar el ojo es una frase bella, poética y seductora; se “hacen ojitos” al sentirse emocionado, ejemplo del habla nacional que recoge el original y curioso Diccionario de colombianismos de Instituto Caro Cuervo, con reciente reedición. Este instituto es uno de los soportes de ese imaginario ventajoso de que en Colombia hablamos el mejor español del mundo, verdad o falso, lo que sí se puede comprobar es que en el país hay una especial tradición y preocupación por la buena habla en los distintos estratos sociales, no sin cierta solemnidad y anacronismo popular que retrató muy bien la famosa serie de TV Don Chinche.
En otras naciones, España, México o Argentina, es tal el uso de localismos que estamos cercanos a necesitar diccionario para entenderlos o ver sus filmes. Es muy posible que esa buena fama colombiana haya arrancado con la obra magna de Rufino José Cuervo, el primer Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, 4 ilustres tomos enviados a todo el mundo por el Instituto. También se debe a que varios gramáticos saltaron desde allí a la presidencia con más preocupaciones por la poesía que el buen manejo del Estado. En mis estudios de lenguaje en Madrid, el profesor Seguí se asombraba de que del presupuesto nacional Colombia sacase para un instituto cuyo único y precioso objeto es nuestro idioma.
El portal Las Mejores Universidades de México publicó este año lista de las 10 ciudades del mundo “donde se habla el mejor español”, y Colombia puso 3: Bogotá, Medellín y Armenia. Entre las ciudades que más eligen extranjeros para estudiar el idioma en América aparecen universidades de Bogotá y el Caro y Cuervo, que ahora enriquece con la revelación de los colombianismos. Pero luego de su lectura por las 10 regiones linguales de Colombia me llega una preocupación: cómo se habla en las redes.
Es tal el relajamiento que hasta tenemos un presidente de la república que produce tuits a montones sin inquietarse por las concordancias de género, tiempo o modos verbales o las puntuaciones debidas. Es cierto que en la red X dominan la velocidad y el afán de comunicación, pero antes de cada tuit respiremos profundo; la finura y el buen gusto no deben ser incompatibles para seguir cautivando una de las riquezas inmateriales con la generosamente se distingue a Colombia. Parece una fantasía: una nación con tantas violencias y aun así preocuparse por el habla exquisita: quizá ello nos salve de ser aún más violentos.
ARMANDO SILVA