Mientras escribo estas líneas, sigo en vilo por lo que puede pasar en Venezuela. Los días recientes nos hacen pensar en las interpretaciones históricas que dan una versión rosa o una versión negra para algunos hechos y épocas.
Un coro casi unánime, no muy cercano al periodismo objetivo e investigativo, se ha dedicado a elogiar, estimular y aupar el movimiento de Guaidó para derrocar al usurpador. En estos días, Guaidó ha pasado por todos los azares y avatares. Primero se saltó los controles y la prohibición que tenía de salir de Venezuela para llegar a Colombia, donde Duque lo recibió con loas y honores.
Es difícil pensar
que sea real la ayuda humanitaria compuesta por algunas centenas de toneladas, muchas de ellas marcadas con ‘Usaid’, para
las inmensas necesidades de Venezuela. Es un caballo de Troya.
En el paso siguiente, Guaidó no logró hacer pasar hacia Venezuela los camiones con alimentos y medicinas en una marcha de ayuda humanitaria. No obstante su heroico gesto de subirse a un camión, no pasaron. Hubo confusas refriegas, heridos y dos muertos en Brasil. Frustrado, pero no derrotado, asistió a la reunión del Grupo de Lima en Bogotá. En esa reunión recibió el apoyo renovado y el reconocimiento con honores de presidente encargado, casi electo. Después dedicó el resto de la semana para el periplo por América Latina. En todos los sitios fue recibido con vítores y júbilo, para que no decayera su amplia sonrisa.
Finalmente, desafiando las prohibiciones que tenía, regresó a su país, donde lo recibieron seguidores, funcionarios y cuerpo diplomático. En andas fue llevado a la plaza pública, donde lo esperaba una masa ardorosa que le expresaba su apoyo y entusiasmo. Una imagen inolvidable y difundida por el mundo muestra a Guaidó en lo más alto, ondeando una bandera venezolana que expresa su decisión, su valor y su triunfo.
Hasta aquí, la historia rosada de Guaidó, resultado de la construcción de un héroe similar a los del siglo XIX que emprendieron campañas libertadoras. Pero la historia puede ser una luna de dos caras ocultas. He aquí lo que puede servir para que muchos armen la historia negra. Aquellos que piensan que aunque es necesario, pertinente y urgente que Maduro se vaya, no creen que la estrategia empleada para derrocarlo sea la adecuada ni esté apoyada por quienes deberían apoyarla. Todo lo ocurrido les parece envuelto en humo y lleno de aire.
Es sospechoso que el movimiento esté impulsado por Trump y su gobierno, algunos de ellos importantes figuras en la guerra de Irak en pos de las fuentes de petróleo. También es de recelar que gran parte del apoyo y el diseño de la estrategia venga de los grupos más derechistas de Miami. Igualmente, los gobiernos de la región que apoyan la estrategia de Guaidó son de la derecha renovada, incluido el nuestro.
El solo nombre de ‘cerco diplomático’, tan mencionado, reiterado por Duque, es lo menos diplomático y no ayuda a resolver conflictos. Usualmente, la diplomacia se orienta, por lo contrario, por el diálogo. Llama la atención que nuestro canciller no haya contestado ni una sola llamada de su contraparte venezolana. Un ‘cerco’ sirve para la guerra, así se lo llame diplomático, aunque digan que no.
Es difícil pensar que sea real la ayuda humanitaria compuesta por algunas centenas de toneladas, muchas de ellas marcadas con ‘Usaid’, para las inmensas necesidades de Venezuela. Es un caballo de Troya.
Imaginar que se puede cruzar la frontera con los camiones sin encontrar resistencia de Maduro es una ingenuidad. O nos creen ingenuos. Creer que se produciría una Primavera Árabe es otra incomprensión de la historia. Soldados desertores que pasan a Colombia no sirven. Sirven si se quedan allá. Igual que las masas que vienen aquí, quitando la presión allá.
No sé qué pasará ahora o mañana, cuando usted lea esto. La historia está abierta y oscura, como el mar.