Devolverle naturaleza al planeta

No todos los colombianos sabemos que en el país existe un lugar donde todavía viven comunidades indígenas en aislamiento voluntario, que tenemos la montaña costera más alta del mundo, o que, en el nororiente, en medio de un paisaje semidesértico se erigen unas imponentes formaciones geológicas con forma de castillo que han sido moldeadas por el viento. Los parques nacionales naturales Chiribiquete y Sierra Nevada de Santa Marta, y el Área Natural Única de Los Estoraques, respectivamente, son algunas de las áreas protegidas que albergan toda esa riqueza y que, sobre todo, garantizan nuestra vida en el planeta.

Estos lugares destinados a salvaguardar ecosistemas estratégicos, comunidades y elementos culturales invaluables son el principal mecanismo de conservación de la naturaleza y fuente de servicios ambientales de los que la humanidad depende. Hoy, en el Día de la Tierra, no solo vale la pena ratificarlo, sino entender que sin esta figura de protección de la naturaleza difícilmente sobreviviremos.

Las áreas protegidas son vitales para ayudar a las comunidades y a la biodiversidad a adaptarse al cambio climático; pueden amortiguar los impactos de los eventos climáticos extremos, y prestan servicios ecosistémicos fundamentales como agua potable y alimentos (nada menos que el 80 % del agua que consumen los bogotanos viene del Parque Nacional Natural Chingaza, por ejemplo). También preservan el conocimiento que tienen las comunidades indígenas o tradicionales que las habitan o las rodean, mantienen y aumentan la conectividad y el hábitat de especies entre ecosistemas, y conservan la riqueza paisajística propia de la naturaleza que equivale a inspiración, salud y bienestar para las personas.

En Colombia tenemos 1.457 áreas protegidas, que ocupan una superficie de 31’689.573 hectáreas (el 15,3 % de nuestra superficie, incluyendo área terrestre y marina), distribuidas entre áreas de carácter nacional, regional y privado. Sin embargo, que estos territorios estén bajo una figura de protección, que cada vez sean más y que parte de ellos estén siendo bien manejados no es suficiente. Según el más reciente informe de la plataforma Parques Cómo Vamos, todavía hay riesgos latentes y desafíos por superar.

Según el Informe, 45 de las 59 áreas del Sistema de Parques Nacionales Naturales tienen ecosistemas con algún grado de amenaza. En muchos de ellos ya se evidencian los efectos del cambio climático; en 15 parques nacionales confluyen la deforestación, los cultivos de coca y hechos de violencia; y todavía menos de la mitad de estos parques no cuentan con acuerdos de uso, ocupación y tenencia que armonicen la vida de quienes habitan estos lugares y sus alrededores con la naturaleza.

Para contrarrestar dichas situaciones y garantizar el manejo de nuestras áreas protegidas y la distribución equitativa de sus costos y beneficios, el país adoptó una nueva política (Conpes 4050) en la que se promueve para un periodo de 10 años un Sistema Nacional de Áreas Protegidas con inclusión de suficiente naturaleza y cultura, bien conectado, efectivamente manejado y equitativamente gestionado.

Esta política se suma a iniciativas como Herencia Colombia, que promueven la financiación sostenible y a largo plazo de las áreas protegidas y los territorios en donde se encuentran, con estructuras de gobernanza eficientes, amplias e incluyentes. La existencia a perpetuidad de estos tesoros naturales y culturales, y el logro de sus objetivos de conservación, por la naturaleza y por todos los colombianos y colombianas, dan esperanza.

Las áreas protegidas son una forma de mantener y devolverle naturaleza, cultura y vida a la Tierra, para que esta cumpla sus funciones y nosotros los humanos nos beneficiemos. Que el Día de la Tierra sea una oportunidad para ser cada vez más conscientes de ello.

CARLOS MAURICIO HERRERA

Especialista en Áreas Protegidas y Estrategias de Conservación de WWF Colombia