Reírse le gusta a cualquiera, pero no toda la comedia es para todo el mundo. La comedia es como la comida, unos prefieren de arequipe y otros de bocadillo. Lo cierto es que la falta de sentido del humor, se parece mucho al mal gusto y es algo casi antiestético.
Hace poco, el turno de ataques desmedidos, vía Twitter, le tocó al comediante Alejandro Riaño, por su personaje de un gomelo insoportable llamado Juanpis González. Juanpis es el personaje con el que ha logrado entrevistas que Alejandro seguramente jamás podría hacer, y con el que hace, entre muchas otras cosas, contenidos noticiosos y de coyuntura, contando la realidad a su estilo.
A Riaño lo acusan de esconderse detrás del personaje, para decir lo que realmente piensa. Dicen que después de quedarse sin repertorio en la tarima del stand up, le dio por inventarse a Juanpis, quien cómodamente se parecía al gomelo privilegiado que es él. “Se las tira de comediante y no llega ni a payaso de restaurante del centro”. “Por algo no se lo aguantó la mujer, ni con toda la plata que le regaló el Gobierno”.
Riaño hace comedia desde los 13 años con un show que presentaba en colegios. Trabajó al menos diez veces en televisión y siempre renunció, buscando espacios más propios, más suyos. Gracias a su papá escultor, que murió envenenado con gas natural cuando Alejandro tenía 20 años, conoció el teatro, la comedia, la actuación, el arte.
Esto no lo sé porque él me parezca el mejor comediante del universo, lo sé porque la comedia es para mí una debilidad, o más bien, un vicio. Por alguna razón, siempre termino viendo shows de comedia, el stand up me encanta, y me fascinan las series de humor. Sin darme cuenta, averiguar cómo viven los comediantes se me volvió costumbre.
En su absoluta imperfección, Riaño será la única persona natural que, sin ser un gran medio de comunicación, podrá conducir un debate de los candidatos presidenciales, a días de la primera vuelta.
Me produce cierta fascinación esa vida. Es gente que encontró en el mundo un lugar distinto a llevar una corbata o unos tacones de 8 a. m. a 5 p. m. Los comediantes son personas lúcidas, porque consiguen estabilidad económica con el oficio de hacer reír, pocas cosas me parecerían más difíciles de lograr.
Riaño escogió el clasismo para representarlo. Fue un acierto, si yo tuviera que elegir una tara que nos caracteriza a los colombianos, una sola, también me habría ido con el clasismo. Es, de lejos, nuestro defecto más profundo como sociedad.
Y sí, mucha gente no entiende a Riaño en su intento de burlarse del clasismo colombiano, porque no ven la burla en el personaje, sino la realidad misma, disfrazada sin éxito de comedia.
Otros sí lo entienden. Netflix, por ejemplo, lo entendió tan bien, que tiene una serie de Juanpis en la plataforma. Los casi dos millones de suscriptores en YouTube y los más de 2,5 en Instagram aparentemente parecen disfrutar lo que hace. Y seguramente las decenas de personas que trabajan con él en el teatro que tiene en Bogotá también tienen claro que no están haciendo apología al clasismo.
La comedia es como la comida. Unos prefieren el chocolate; otros, la vainilla; y algunos solo quieren limón. Daniel Samper Ospina, por ejemplo, es para mí en su faceta de comediante de sátira política un ser sencillamente insoportable. Si me pagaran por ver sus videos, seguramente me haría pobre. Así que no lo sigo, no lo veo, no lo aplaudo y siguiendo en esa línea, tampoco lo insulto, ese es un derecho que más bien reservo exclusivamente para los políticos.
Riaño como Juanpis le dijo a Fico Gutiérrez que no tiene propuesta de gobierno y que su mensaje es de reina de belleza. A Petro le dijo que se cree sus propias mentiras y que habla mucha mierda. Y a Ingrid Betancourt la acusó de frente de ganar votos contando sus tragedias. Mi posición es simple, entre escoger que un humorista así exista o no exista, yo sin duda prefiero que sí.
Es natural que mucha gente no soporte a Riaño, pero esa reprobación desmedida y vergonzante de lo que no encaja en el gusto de algunos es agotadora.
En su absoluta imperfección, Riaño será la única persona natural que, sin ser un gran medio de comunicación, podrá conducir un debate de los candidatos presidenciales, a días de la primera vuelta. Solo espero ese día reírme de todos.
CAROLINA AVENDAÑO