Carta a un soldado perplejo

Querido soldado de Colombia, no eres tú, de entrada te lo digo; es el Gobierno, es el entorno que te rodea, es la guerra sucia de los que te han querido igualar a los bandidos o a los que, del otro lado, te han querido usar para su propaganda política.

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¡Cómo podrías ser tú el que le está fallando al país, si no haces más que seguir aguantando, poniendo el pellejo en tiempos revueltos como los que vivimos, honrando tu compromiso de serles fiel a la Constitución y a las leyes, y te has aguantado la humillación de ver que los violentos se pasean campantes por ciertas regiones sin que puedas hacer algo para remediarlo, porque tu obediencia y lealtad están por encima de tus ganas de responderle con contundencia a tanta maldad!

En estos últimos años has visto salir a un montón de oficiales, de esos que irabas, que te guiaban con liderazgos claros, todo por extrañas jugadas que nada tienen que ver con estrategia militar, pero que responden a un sesgo político de quienes ostentan el poder civil y a quienes, por más que estés en desacuerdo, tú debes respetar.

Y lo estás haciendo. Y eso está bien, porque peor que las injusticias a las que hoy estás sometido es la insubordinación con las armas de los ejércitos regulares, que ha salido tan mal en naciones vecinas. Colombia se ha salido de ese lote, por fortuna, y en medio de los delirios de golpes blandos, semiblandos y duros del presidente de turno, nadie te ha podido acusar ni a ti ni a los de las Fuerzas Armadas de sublevarte. Tú esperas paciente. Tú crees en que, al final, las instituciones logran corregir sus propias distorsiones. Tú confías en la reacción de la gente que puede votar para que no se vuelva a equivocar.

Pero volvamos a las decenas de hombres buenos a los que les pidieron su baja o que sacaron por la puerta de atrás de las Fuerzas Militares, en este gobierno. Se fueron ellos y te preguntas, con razón, por tu futuro en una institución que hoy parece despreciar la experiencia. Sin embargo, te levantas todos los días para irte al Cauca, al Chocó, a Guaviare, a Arauca, a Norte de Santander, con la esperanza de que, en algún momento, haya orden y se acaben los ceses bilaterales, que al final eres tú el único que los cumple. Los ilegales siguen disparando contra ti y contra la población civil mientras los políticos que hoy nos mandan les apuestan, contra toda lógica, a mesas de paz en las que no existe voluntad de los que están sentados del otro lado para cesar la violencia y que llegue el entendimiento real.

Estás perplejo, cómo no, porque mientras todo eso pasa, hay gente que cuestiona tus capacidades, que habla de ti como si fueras una máquina de violación sistemática de derechos humanos. Pide que tú la protejas, pero al mismo tiempo te cuestiona sin piedad. Créeme: gritan mucho, pero no son la mayoría. Mayoría la que te respalda en las encuestas y que con más del 60 por ciento, según los últimos sondeos, tiene una imagen positiva de ti y de tus compañeros de las Fuerzas Armadas.

¿Que si nos falta decirlo más fuerte y salir a defenderte desde la sociedad civil? Seguro que sí, y por eso estoy hoy aquí diciéndote, querido soldado de Colombia, que no habrá columnas ni palabras suficientes para agradecerte por resistir, por no rendirte, por no perder la moral. Estoy aquí para recordarte que los gobiernos pasan y las instituciones como la tuya, que es pilar del orden democrático, permanecen y se hacen más fuertes en la adversidad.

Perplejos estamos todos, pero este país, este Ejército del que tú haces parte, se ha sobrepuesto y seguirá sobreponiéndose a los ataques armados y a las armas silenciosas pero potentes de los políticos que han querido desbaratarte. Esto también pasará, querido soldado.