En momentos tan complejos como los que enfrenta la economía colombiana, es fundamental que el Gobierno sea muy objetivo en los análisis de las estadísticas que las mismas instituciones públicas están presentando sobre la evolución de los principales indicadores de la situación nacional. El Dane ha estado suministrando permanentemente datos sólidos que permiten conocer la realidad del impacto de la pandemia, con más frecuencia que otras instituciones similares en países vecinos. Esto sin duda constituye un gran aporte que no puede desestimarse.
Apenas se conocieron los últimos datos de desempleo en Colombia, los cuales sí muestran una reducción importante en este indicador sobre el comportamiento de la ocupación en el país, el Gobierno Nacional salió de inmediato a identificarlos como una muestra sólida de la reactivación de la economía y, por consiguiente, como un resultado exitoso de las medidas que se han tomado.
Sin embargo, las cifras y el análisis realizado por el director del Dane, Juan Daniel Oviedo, muestran un panorama distinto. Primero, sí es cierto que esta baja del desempleo podría interpretarse como el “haber tocado fondo” el mercado laboral, como fue anotado por el funcionario. Pero, segundo, al revisar las cifras él fue muy claro al destacar un hecho de gran importancia que va en contra del triunfalismo precipitado del Gobierno.
Afirmó que “una gran parte de la reactivación (del empleo) no es que el empleo formal se haya recuperado, es que informales volvieron a salir”. Esta realidad que muestran las estadísticas derrumba las afirmaciones del Gobierno y de algunos sectores de la gran producción. Por el contrario, lo que demuestran es una realidad muy dura: amplios grupos de población que viven de lo que logran conseguir en la calle vendiendo algún tipo de productos, ante la reducción de restricciones, salieron a rebuscarse el día a día. Esto demuestra que las políticas gubernamentales de subsidios para estos sectores, especialmente de los grupos vulnerables, que están recibiendo, no todos, lo equivalente a la línea de indigencia, 160.000 pesos mensuales, ni son suficientes, ni este apoyo tiene la cobertura necesaria.
Por ello, la conclusión sobre la reducción del desempleo es muy distinta: más que reactivación de la economía, esta menor tasa de desempleo abierto lo que demuestra es hambre de amplísimos sectores que vuelven o ingresan a la actividad informal como forma de sobrevivir. Muy grave que las autoridades que tienen la responsabilidad de las medidas para enfrentar esta inmensa crisis que ya Cepal cataloga como la más grave de los últimos 100 años en América Latina, se precipiten a cantar victoria cuando lo que muestran las cifras son datos muy preocupantes.
La informalidad, esa forma precaria de ganarse el pan, está creciendo de manera aún mayor en la pandemia, lo que incrementará las cifras muy complejas sobre el mercado laboral colombiano. A esta conclusión se agrega que encuestas del Dane ya muestran cómo los empresarios de todos los sectores encuentran como su mayor problema la falta de demanda. ¿Puede seguir el Gobierno pensando que es por el lado de la oferta como se retoma el ritmo de la economía?
Más que abrir un debate inútil con las autoridades gubernamentales, de lo que se trata es de entender lo que realmente está sucediendo; qué están diciendo las cifras que obtiene una entidad del Estado como es el Dane. Surgen necesariamente varias recomendaciones: es fundamental revisar “el Ingreso Solidario”. No es suficiente ni les está llegado a todos lo que lo requieren. Pero además, en aras de lograr una verdadera reactivación, es fundamental incentivar la demanda, precisamente lo que están necesitando todos los sectores productivos del país cuya oferta, en una alta proporción, sí responde a la demanda de los pobres y vulnerables: comida, bebidas, artículos del hogar.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO