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Charles Aznavour, un artista verdaderamente eterno
Su legado sigue vivo. Demostró que la música es un lenguaje sin fronteras.

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El gran mérito de Charles Aznavour, nacido en París el 22 de mayo de 1924 con el nombre de Shahnourh Varinag Aznavourián, cuyos padres eran inmigrantes armenios —él cantante, ella actriz—, fue haber tenido tres dones que le permitieron labrarse, con dificultades pero con mucha constancia, un lugar de preeminencia en la música del siglo XX: el talento para la actuación, la sensibilidad para escribir unas canciones de alto vuelto poético, y una voz inconfundible, única, con un vibrato de tenor, claro y resonante en sus notas altas, pero grave y profundo en las notas bajas, que gracias a la emotividad que les ponía a sus composiciones, conquistó una amplia audiencia en todos los rincones del planeta.
Pero también tuvo la fortuna de haber sido amigo de Edith Piaf, la figura emblemática de la música sa y mundial, conocida por su voz conmovedora y su habilidad para transmitir emociones hondas a través de sus interpretaciones. Inicialmente trabajó como su chofer y secretario, y fue ella quien, al descubrir el talento musical que su empleado tenía, le dio la seguridad y lo impulsó para que se lanzara como cantante, pues, en un principio, Aznavour, no tenía confianza en su voz. Aunque se rumoró que fueron amantes, él, un año mayor que ella, lo desmintió, dijo que su relación se podría describir como una «amistad amorosa», fue «mi maestra y amiga, nunca mi amante». Tuvieron una conexión profunda, motivada por la música.
Las letras profundas de sus canciones, la mayoría de su autoría, que exploran temas universales como el amor y el desamor, la nostalgia, la soledad y la vida cotidiana.
Falleció el 1º de octubre de 2018, a los 94 años. Su legado es inconmensurable. En una carrera artística que abarcó ochenta años de su fructífera vida, grabó cerca de 1200 canciones, vendió más de 180 millones de discos, interpretados en nueve idiomas. Participó en más de 60 películas. Con Edith Piaf, La vie en Rose, y con Jacques Brel, Ne me quitte pas, Charles Aznavour cierra el triángulo de los gigantes indiscutibles en la historia de la música romántica sa y mundial.
Las letras profundas de sus canciones, la mayoría de su autoría, que exploran temas universales como el amor y el desamor, la nostalgia, la soledad y la vida cotidiana; esa voz grave, apasionada e inconfundible con la que contaba historias amorosas, narradas con gran calidad poética, quedaron consignadas, entre otras tantas icónicas canciones, en: Quién, La Mamá, Morir de amor, Y, por tanto, Aún ayer y Buen aniversario. Su legado sigue vivo. Demostró que la música es un lenguaje sin fronteras.
*Exsecretario de Cultura del Departamento de Caldas y musicólogo. Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua.
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