A primera vista, QAnon está diseñada únicamente para el público gringo. El pilar de esta teoría de conspiración —que ha cargado de desinformación la contienda electoral de Estados Unidos y es considerada un peligro interno por el FBI— es que solo Donald Trump puede salvar al mundo del dominio de un “Estado profundo” controlado en secreto por una élite que practica la pedofilia y el satanismo. Sin embargo, grupos de Facebook y cuentas en Instagram con estas siglas han
empezado a multiplicarse en los últimos meses en América Latina. ¿Qué tan vulnerables somos en Colombia?
Después de estar relegado por años a los foros oscuros de la derecha radical gringa –a la par con discusiones sobre cazadores de ovnis y terraplanistas–, este culto digital pasó a los megáfonos de candidatos republicanos y medios de comunicación, en hombros de su principal protagonista: Donald Trump. En una reciente rueda de prensa en la Casa Blanca, cuando le preguntaron al presidente si conocía de la existencia de este grupo
afirmó: “Lo que he oído de ellos es que son personas que aman a nuestro país”.
El resultado: ahora, el
56 % de los votantes republicanos creen que QAnon tiene “algo de cierto”. Así, esta forma de pensamiento mágico –que ya se exhibe de manera prominente en Fox– influirá en la elección presidencial de noviembre.
En medio de la crisis del covid-19, QAnon ha cruzado fronteras y empieza a asomarse en nuestro país. Como dice Adrienne La en
The Atlantic, su poder está en que “continúa una tradición de pensamiento apocalíptico que viene de miles de años” y consuela a quienes se están sintiendo a la deriva con verdades simples y redondas en un mundo cada vez más complejo, lo que Yuval Noah Harari en
21 lecciones llama “ilusión de conocimiento”.
Will Partin, académico de Data & Society,
considera que el gancho más llamativo de esta “oscura cultura participativa” es que aprovecha la infraestructura de redes sociales para unir a personas dispares y darles un rol protagónico como investigadores y autores de su propio rompecabezas de “verdades”. Esto da sentido de pertenencia y propósito.
Por eso al entrar al contenido de estos nuevos grupos y perfiles QAnon que –según un monitoreo reciente de Linterna Verde– también están siendo creados en Colombia, se ve cómo las narrativas están siendo adaptadas a nuestro propio contexto político de héroes y villanos. ¡Sorpresa!
Ya aparecen varias noticias falsas sobre Gustavo Petro y otros líderes de izquierda latinoamericanos. Y la acusación clásica QAnon de que los y las estrellas de rock y las celebridades de Hollywood también hacen parte de esta “élite siniestra” ha sido reemplazada por personajes locales. Falsas denuncias que en inglés son contra Tom Hanks, en español hablan de
Shakira. También se repite en el contexto local la atracción que este culto tiene en
instagramers de las pseudociencias (como la astrología o el tarot) con miles de seguidores y que se vuelven rápidamente en voces y muy visibles del movimiento.
Las nuevas cuentas que se están creando con estas siglas en el país están traduciendo los mismos mensajes y etiquetas
antivacuna, antimascarillas y antiautoridad que se mueven en varios de los 10.000 perfiles y 500 grupos que Facebook tuvo que restringir recientemente en Estados Unidos por difundir desinformación sobre QAnon.
Como lo han señalado
los expertos, lo más peligroso de QAnon es que aunque su origen está atado a grupúsculos de derecha radical, parte de una constelación de creencias más amplia —como el rechazo a la trata infantil y al caos— que se deja estirar fácilmente para alimentar el miedo de grupos no-políticos y más amplios, sobre todo en un contexto de incertidumbre como la pandemia. Por eso amplificar fragmentos o adaptaciones de este
collage paranoico es rentable no solo para los candidatos republicanos en Estados Unidos, sino también para políticos e influenciadores interesados en alimentar la polarización y la paranoia en sus propios países.
Las figuras del uribismo que en el pasado han expresado públicamente su afinidad con Trump, como
María Fernanda Cabal y
Abelardo de la Espriella, aún no han mencionado directamente las siglas de esta teoría de conspiración. Pero la senadora Cabal sí
ha usado sus tribunas oficiales para desinformar y minimizar los riesgos de la pandemia del coronavirus y
ha acusado de “pederastia” a líderes políticos de izquierda de otros países latinoamericanos sin ninguna prueba. Dos temas del corazón QAnon.
En un debate digital polarizado como el colombiano, el libreto de esta teoría de conspiración alimenta las emociones e instintos de ciertos grupos y aviva el fuego del monocromático entre amigos y enemigos, derecha e izquierda, uribismo y petrismo.
Hoy en día, cuando QAnon es todavía una referencia externa y una discusión de nicho, los periodistas deben entender los riesgos de cubrirla y amplificarla. Los demás debemos estar atentos –y escépticos– y exigirles públicamente responsabilidad y prudencia a influenciadores y políticos.
Cristina Vélez
Politóloga e investigadora dedicada a estudiar el debate público digital a través del análisis de datos. Cofundadora de Linterna Verde.