Me atrevería a indicar que casi todos los que me leen saben qué es Telegram. Quienes no lo sepan, pues les cuento que Telegram es una aplicación fundada en 2013 por un ruso que quiso acabar con el monopolio de WhatsApp. No lo ha logrado cuantitativamente, pero en influencia le puso el pie encima.
En Colombia, pese a los 10 años que lleva en el mercado, su despegue ha sido lento. Es cierto que cada vez son más los colombianos que la descargan, pero no muchos la utilizan. Muchos de quienes entraron hace unos años lo hicieron para poder conversar en secreto con sus amantes, bajo la premisa de que era más segura que WhatsApp y ofrecía unas funcionalidades que protegían a los "pecadores".
Pero independientemente del uso que se le haya dado en Colombia, no hay duda de que Telegram es probablemente la plataforma de comunicación más importante del mundo en la actualidad. Puede que no tenga el alcance de Facebook, la multitudinaria interacción de Twitter, el posicionamiento de imagen de Instagram o la viralidad de TikTok, pero es la red que congrega y aglutina todas las estrategias de comunicación de campañas de todo tipo.
Si me enredé un poco en la explicación, se los resumo en una frase: sin Telegram, el líder paramilitar ruso Yevgeny Prigozhin no hubiera podido coordinar su intentona de golpe de Estado en Rusia que puso a temblar al Kremlin y ridiculizó a su dictador, Vladimir Putin.
Telegram se ha vuelto el espacio desde donde se coordinan las campañas sucias que se hacen unos candidatos contra otros de todo el mundo, incluyendo Colombia. En esta plataforma se publicita contenido para reclutar gente que genere contenido, se ordenan las pautas y se rinden resultados.
En su última edición, la revista estadounidense ‘The Atlantic’ publicó un análisis de cómo Telegram se convirtió en la principal fuente de información del conflicto entre Rusia y Ucrania. Es allí donde periodistas y analistas han estado acudiendo para obtener información y datos para informar a sus audiencias. Son fuentes de primerísima mano, como por ejemplo el propio Prigozhin, que llegó a sumar 1,3 millones de seguidores en su cuenta en apenas 5 meses.
Para muchos en Colombia, como bien lo señalé al comenzar esta columna, Telegram es como otro WhatsApp. Y sí, sí lo es, pero tiene una particularidad: es muy laxo en los controles de contenidos peligrosos. Si bien tiene un sistema encriptado muy seguro, a los es de la plataforma les da igual lo que hagan los s, así sea planificar acciones terroristas.
“Nuestro derecho a la privacidad está por encima del temor a que pasen cosas malas, inclusive si es terrorismo”, dijo uno de sus fundadores en 2015 durante una conferencia. Y así se ha mantenido. Como señala ‘The Atlantic’, Telegram es la plataforma preferida de activistas, estafadores, narcotraficantes, terroristas, delincuentes, extremistas, influenciadores proscritos de otras redes y conspiracionistas, entre otros.
Pero Telegram también puede ser usada para hacer el bien, para combatir narrativas falsas, para coordinar estrategias de contenido poderosas que les hagan frente a regímenes arbitrarios y mentirosos, como el que tenemos hoy en el país.
Por eso es vital que la oposición comience a entender mejor el universo digital, a conocer todas las herramientas que tiene a su disposición para hacer lo que el Pacto Histórico ha hecho tan bien: comunicar, movilizar opinión, poner agenda. Pero contrario a Petro y los suyos, la oposición no necesita mentir, ni engañar, ni incendiar. Tan solo le falta trabajar en equipo, coordinar mensajes y poner el país por encima nuestro, por encima de ego y de intereses particulares. Hay que dominar Telegram, así que manos a la obra. No se puede perder más tiempo. #AGanarEl29O. No podemos dejarnos arrebatar la democracia.
DIEGO SANTOS
Analista digital
En Twitter: @DiegoASantos