Nos hemos acostumbrado los analistas del mundo de la tecnología a ser bastante catastrofistas con todos los avances que llegan a nuestras vidas. Que si las redes nos van a acabar la democracia, que si las plataformas de transporte infringen todas las leyes del sector, que si la inteligencia artificial (IA) va a suponer la destrucción de la humanidad, y así. Está bien la prevención, pero no a los niveles a los que estamos llegando. Y me incluyo. Si por mis columnas fuera, las redes sociales no existirían, y tampoco puede coger pista el pesimismo.
El problema de verle lo negativo a todo es que perdemos la perspectiva de los enormes beneficios que trae cada nuevo elemento tecnológico que entra en nuestro día a día. Le cogemos miedo, prevención o pereza a algo que casi no conocemos, y con ello la oportunidad de sacarles provecho a elementos que pueden mejorar nuestra calidad de vida, que es, al fin y al cabo, el propósito principal de la tecnología.
La semana pasada, por ejemplo, los amigos de correr las líneas éticas en campaña política acudieron a la IA para simular la voz del candidato a la alcaldía de Bogotá Carlos Fernando Galán, y presentarlo como si estuviera diciendo cosas que, si la gente lo creyese, le quitarían votos para las elecciones del 29 de octubre, en las que es el claro favorito.
Por causa de este episodio, la gente se centró en el diabólico uso de la IA y en cómo las redes sirven como amplificador inclemente que puede descarrilar cualquier candidatura. Pero si ponemos todo en una balanza, gracias a las redes, por ejemplo, Galán ha podido construir una narrativa sumamente optimista y esperanzadora que ha calado entre cientos de miles de bogotanos.
La excandidata caleña Diana Rojas, a quien le hicieron la vida a cuadritos en Cali para que apoyara a Alejandro Eder, se valió por sí sola de su carisma y de las redes, para llegar a un 15 %, una cifra muy similar a la de un Eder plano, asintomático y aburrido que ha contado con amplias y generosas billeteras. Ejemplos de candidatos decentes y trasparentes, que usaron bien las redes, y saldrán elegidos, muestran que la democracia también se puede defender a través de esa tecnología y canales que amenazan con menoscabarla.
Pero no nos quedemos en redes. Vayamos al campo laboral, cuyos integrantes andan muy preocupados porque los rápidos avances de la IA van a golpear la estabilidad laboral de millones de personas. ¡Calmen a sus caballos! Es cierto que las máquinas eventualmente van a reemplazar muchas de las tareas que hacemos, pero la materia prima humana siempre será necesaria y varios estudios han demostrado que los robots están aún lejos de lograr el nivel de competencia de humanos en muchos sectores, como el de la creatividad, por mencionar alguno.
Asimismo, no se puede dejar de lado que son los humanos quienes trazan las reglas del juego en lo referente al mundo de las máquinas y ya estamos viendo casos a nivel mundial de regulaciones que están comenzando a implementar varios países para proteger a los ciudadanos. El alcalde de Nueva York, Eric Adams, justamente presentó la semana pasada un plan de acción para mitigar los riesgos de la IA.
Podríamos quedarnos en un ciclo infinito discrepando sobre las cosas buenas y malas de la tecnología, pero eso es estancarnos en una discusión que, en vez de impulsarnos, nos va a frenar. Los colombianos tendemos a disertar y enredarnos en la carreta, y no hacemos, como bien lo ha dicho Enrique Peñalosa una y otra vez.
Es hora de que comencemos a ser pragmáticos y, por encima de todo, que le perdamos el miedo a lo que no entendemos o nos cuesta entender, sin importar la edad que tengamos. No importa el sector en el que trabajemos, la tecnología ya lo ha permeado todo y es tiempo de que le exprimamos el jugo a esta. No al revés.
DIEGO SANTOS
Analista digital
En X: @DiegoASantos