Después de 25 años y siete proyectos fracasados, de cambios de planes con cada nuevo alcalde, y de haber invertido multimillonarios recursos públicos en análisis de factibilidad, estudios técnicos, consultas con ciudadanía y diseños de procesos licitatorios, el Gobierno Nacional estaría interesado en regresarnos al punto cero en el anhelo de mejorar la carrera 7.ª de Bogotá.
El pasado mes de agosto, el propio ministro de Transporte manifestó las intenciones de su cartera (obrando en nombre de la Presidencia y haciendo valer sus promesas de campaña) de convencer a la istración distrital de Bogotá de abandonar el actual proyecto del Corredor Verde, para remplazarlo por un tranvía eléctrico. Si bien estos anuncios se han diluido en las últimas semanas, yo creo que debemos seguir vigilantes y en alerta máxima en relación con semejante iniciativa.
La intención de revivir el tranvía por la 7.ª es una mala noticia para los bogotanos. Si esto efectivamente toma fuerza, el desenlace más probable será una serie de nuevos retrasos en las urgentes intervenciones para mejorar la infraestructura pública y las condiciones de movilidad de esta emblemática vía. Además, esto llega en el peor momento posible, ya que la licitación para la construcción del Corredor Verde está cercana a publicarse.
Aquí es importante recordar que no es la primera vez que nos hablan de tranvía. Ni es la primera vez que quienes han dedicado largos años al estudio de la movilidad de la ciudad expresan su preocupación por esta idea.
Y este es precisamente el punto más importante para destacar: no obstante lo dicho por el Ministerio de Transporte, simplemente no es cierto que existan argumentos técnicos, económicos o ambientales que demuestren que el tranvía es la solución ideal para la carrera 7.ª. En diversas valoraciones que se han hecho en el pasado se ha demostrado todo lo contrario con suficiente claridad y contundencia.
No es cierto que existan argumentos técnicos, económicos o ambientales que demuestren que el tranvía es la solución ideal para la carrera 7.ª.
Los estudios existentes han mostrado que: 1) El tranvía cuesta varias veces más que una solución basada en carriles exclusivos para transporte público; 2) El tranvía es un sistema de baja demanda y baja velocidad que de todas formas requiere complementarse con un servicio de buses en carriles paralelos; 3) Dada la tipología de la vía, el tranvía de la 7.ª no movería más de 8.000 pasajeros por hora, es decir, una tercera parte de la demanda actual; 4) Una solución férrea, dada su poca flexibilidad operativa, no es útil para una corredor que suele utilizarse para eventos culturales y manifestaciones sociales; 5) Sin negar los beneficios ambientales de un sistema eléctrico, esta no es la única opción verde que tenemos.
En este contexto, resulta de la mayor importancia que el Gobierno Nacional haga suficientes consultas con los verdaderos expertos en estos temas. Un actuar responsable en este sentido les aportaría toda la evidencia que necesitan para sus decisiones. Aquí insistiría en que todos podemos opinar y tener preferencias (sin duda se ven bonitos los renders de un tranvía sobre una calle adoquinada, repleta de árboles y sin un carro a la vista), pero el destino de los recursos estatales requiere sustento técnico que provenga de la correcta experticia.
Otro llamado y exigencia a nuestros líderes es la reiteración, por enésima vez, para que aprendan a construir sobre lo construido. No podemos reinventarnos la rueda en el inicio de cada ciclo electoral, ni es correcto interpretar una victoria en las urnas como una patente de corso para deshacer lo que hicieron quienes los antecedieron en el poder. Esa no es la senda que nos llevará al desarrollo y la prosperidad, ni es lo que esperamos de ustedes como responsables de la inversión pública.
EDUARDO BEHRENTZ