Se nos dice hasta la saciedad que la democracia está en crisis. Las señales sobran.
En los últimos años se nos dijo también que el populismo servía para corregir los déficits de la democracia; más aún, que el populismo era su misma reencarnación, su nueva forma, en reemplazo del cadáver de la democracia liberal.
Tras las décadas recientes de experiencias con gobiernos populistas (a las que deberían sumarse las del pasado), parece claro que el remedio solo ha servido para empeorar la enfermedad. Las evidencias abundan. Baste revisar los ejemplos de Argentina, Grecia, Perú, Italia, Venezuela, Ecuador y Hungría, examinados por Takis S. Pappas, profesor de la Universidad de Helsinki, cuyo trabajo repasamos en esta columna la semana anterior.
¿Democracia en crisis y sin remedio? ¿Qué hacer?
La búsqueda de fórmulas distintas del populismo para revitalizar la democracia sigue siendo una tarea en elaboración, que cuenta con valiosas contribuciones.
En su Democracy: A Very Short Introduction (2002), Bernard Crick había ya advertido que los problemas de la democracia debían encontrar soluciones distintas del populismo. Crick (1929-2008), un notable teórico político británico, muy cercano al partido laborista, abogó por el reformismo en un texto clásico que, como tal, mantiene suma actualidad: In Defence of Politics (publicado por primera vez en 1962).
La búsqueda de fórmulas distintas del populismo para revitalizar la democracia sigue siendo una tarea en elaboración, que cuenta con valiosas contribuciones. Entre ellas se destacan las de Enrique Peruzzotti, profesor en la Universidad di Tella, en Argentina.
“La respuesta populista –observó Peruzzotti en uno de sus trabajos– podría proporcionar algún alivio de corto plazo”, pero a “expensas de aumentar aún más las brechas en la representación y la rendición de cuentas” (véase su capítulo en el libro editado por Carlos de la Torre y Cynthia J. Arnson, Latin American Populism in the Twenty-First Century, 2012).
En otro ensayo señaló la paradoja del contexto democratizante sobre el cual surgieron los populismos recientes: una vez elegidos, sus gobiernos se han caracterizado por “su hostilidad para con el principio de separación de poderes y los mecanismos de pesos y contrapesos (y concomitantemente de la autonomía judicial y legislativa), el principio de oposición legítima y de autonomía de la prensa” (revista SAAP, 2017).
Ya con anterioridad, Peruzzotti había sugerido identificar una agenda reformista que sirviera de alternativa a las “seducciones” del populismo.
¿Su propuesta? Repensar la representación. En un artículo más reciente, Peruzzotti elabora con algunos detalles las bases de un programa reformista de la democracia representativa (‘Post-liberal and Post-populist Democracy: Rethinking Democratic Representation”, Chinese Political Science Review, 4, 2019).
Como punto de partida, Peruzzotti identifica puntos comunes entre el populismo y la democracia liberal: el valor que parecen darles a las elecciones como “mecanismo central” de las democracias. Pero la “dinámica electoral bajo el populismo” se guía por la “lógica de la identificación, no de la representación”: el acto electoral se vuelve allí un plebiscito que le confiere al líder autoridad suprema e indiscutible.
¿Cómo profundizar la “representación”? Tal sería el gran interrogante en estos tiempos de crisis democrática. Peruzzotti sugiere apreciar los valores de la “representación democrática” más allá del simple acto electoral, multiplicar las instancias de “intermediación política” que sirvan para procesar los complejos conflictos ciudadanos, y que estimulen la circulación entre las instituciones y la sociedad.
Los postulados de Peruzzotti ofrecen salidas no populistas a los problemas democráticos que exigen urgente atención.
EDUARDO POSADA CARBÓ