La expansión de cultivos ilícitos en Colombia es una vergüenza para nuestro país. Mientras en la COP16, Cali y el Valle nos hacían sentir orgullosos al organizar un evento de talla mundial, el Gobierno Nacional tiene para mostrar que en los últimos dos años se ha aumentado la deforestación por la siembra de cultivos ilícitos en un 15 por ciento, llegando a la escandalosa cifra de más de 253.000 hectáreas, de las cuales más del 48 por ciento se presenta en parques nacionales, lo cual representa uno de los ecocidios más grandes de la historia, mientras el Gobierno se ufana de decir que cuida la naturaleza.
A todo ello hay que agregar que, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, se ha dado un incremento de la producción de cocaína pura en un 53 por ciento en comparación con 2022, lo cual se debe a que la estrategia del Presidente se está centrando en la incautación y no en la destrucción de los laboratorios que pululan en nuestras selvas. Mientas el Gobierno critica la extracción de hidrocarburos, permite la peor deforestación de las selvas de la historia.
Las drogas ilícitas son el principal motor del conflicto armado. Según cifras de la Cruz Roja Internacional, solo en lo corrido de 2024 se han presentado 60 masacres, 78 desapariciones forzadas, 31.832 confinamientos, 159 reclutamientos forzados, 24.437 desplazamientos registrados y 115 asesinatos de líderes sociales. Pero no solo esto, según cifras de la ONU, en Colombia hay 531.000 consumidores de drogas que no solo destruyen sus vidas, sino también las de sus familias, aumentando los niveles de violencia y abandono. A nivel económico, la Universidad de los Andes publicó un informe en el que se señala que representan el 4 por ciento del PIB, intoxicando la economía con recursos ilícitos. (Es lo único que está funcionando en la reactivación económica del Gobierno).
Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, se ha dado un incremento de la producción de cocaína pura en un 53 por ciento en comparación con 2022
El narcotráfico no es un delito político, es un delito económico que debe estudiarse a través de las tesis criminológicas, que hace décadas tienen claro que se trata de un fenómeno en el que es necesario eliminar sus incentivos. La teoría de la decisión racional, creada por los criminólogos estadounidenses Cornish y Clarke con base en las tesis económicas de Anthony Downs, señala que quien comete un delito económico no actúa por pasión ni ideologías, sino con fundamento en los beneficios y costos que le dará su actividad. En este sentido, este gobierno creó todos los incentivos para ser delincuente, ceses del fuego, políticas infantiles de sustitución, empoderamiento territorial del narcotráfico.
A nivel criminológico, comprar cultivos ilícitos equivale a pagar por homicidios, secuestros o desaparición de personas, lo cual es un verdadero despropósito. Esta estrategia busca ganar adeptos entre quienes se dedican a la siembra para poder ganar la guerra personal que tiene el Presidente con ‘Iván Mordisco’, lo cual debería extenderse a la ‘Nueva Marquetalia’ y demás disidencias que no hemos visto más que crecer en estos años de gobierno del Pacto Histórico y que ya se extienden a muchas zonas del país donde antes no tenían presencia.
Lo que proponen criminólogos serios como Cornish y Clarke es que en estos casos lo que hay que hacer es eliminar los incentivos y, sobre todo, asegurar la sanción de los responsables, lo cual no se logra mientras los grupos al margen de la ley, que son los que reciben los beneficios, sigan operando libremente en los territorios amparados en la ‘paz total’, cometiendo el ecocidio más grande de nuestra historia.
P. D. Aplausos de pie a Cali y su ciudadanía. A todos los colombianos nos hicieron sentir orgullosos por su organización y rigurosidad. Felicitaciones a su dirigencia, Eder y Dilian demostraron que son líderes nacionales. Cali es luz de un nuevo cielo y renació para nunca dejar de ser una de las ciudades más importantes del país. Ustedes llevaron el nombre de Colombia al escenario global. Muchas gracias, Cali.
LUIS FELIPE HENAO