Acabo de recibir, como un anticipo de esta Navidad atípica en la que no podremos estar con todos los que queremos, un regalo que me llenó de alegría. Y que alborotó como pocas cosas mi curiosidad: algo que se agradece en estas fechas, porque es una manera hermosa –y efectiva– de recobrar algo de la infancia perdida.
Llegó a mis manos, y desde entonces no he dejado de pasar sus páginas en atractivo desorden, un ejemplar del Diccionario de colombianismos que editó hace poco más de un año el Instituto Caro y Cuervo. Sí, la misma entidad seria y irable que publicó hace un tiempo, después de varias décadas de trabajo, el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, que le mereció en 1999 el Premio Príncipe de Asturias.
Pero vayamos al Diccionario de colombianismos, que es una verdadera joya: si es cierto aquello de que “la patria es la lengua”, pues en esta obra quedaron consignadas muchas de las palabras que nos diferencian de los hispanohablantes de otras geografías.
Palabras que se desconocen o se utilizan diferente en otros países. Términos que han ido adquiriendo un significado particular y se han colado en el habla popular.
Uno abre cualquier página de este diccionario –que contó con la coordinación de María Clara Henríquez y Nancy Rozo– y encuentra palabras que ayudan a definir al colombiano por su forma de hablar, por aquello que come, por la manera de manifestar sus pasiones, por las expresiones culturales que le son propias, por lo coloquial.
Encuentra, por ejemplo, ese golpe de suerte al que le decimos ‘chiripazo’, y ese conjunto de objetos de uso cotidiano que son los ‘corotos’, sin duda diferentes de los que ya están viejos e inútiles, a los que llamamos ‘chécheres’. Encontramos esa ropa interior ‘matapasiones’ y recordamos que cuando a uno le dicen ‘nanay cucas’ es porque definitivamente no hay opción alguna.
También habitan las páginas de este diccionario los ‘asaltacunas’ y los ‘gamonales’, los que se arman un ‘rollo’ por cualquier cosa y esos viajeros que a la primera oportunidad se ‘pegan la rodadita’. En sus páginas los golosos encuentran ‘mojicones’ y ‘liberales’, y aquellos a los que les falla la memoria saben que pueden denominar cualquier objeto como ‘cuchuflí’.
Fascinante diccionario. Vale la pena tenerlo a mano, como remedio para el aburrimiento.
FERNANDO QUIROZ.