El Consejo Superior de la Universidad Nacional (UN) acaba de designar la persona que regirá los destinos de la alma mater durante los próximos tres años. En mi concepto y, por supuesto, en el de la mayoría de sus , tomamos una acertada decisión, la más conveniente para los intereses de la institución.
En 2017 esa misma instancia directiva había marcado un hito histórico, sin antecedentes: nombrar a una mujer como rectora de la más importante universidad del país. La androcracia había sido una constante a lo largo de los 150 años de su existencia. Por eso se trató de una designación audaz, que abría grandes expectativas. La profesora Dolly Montoya Castaño, que fue la escogida, era de la entraña de la UN, con una brillante hoja de vida. No obstante, lo que sería su gestión directiva era una incógnita.
Para sorpresa de todos, a mitad de su mandato irrumpió la malhadada pandemia de covid-19, de tan funesta incidencia en el ámbito educativo. La educación superior hubo de dar un vuelco en la modalidad de enseñanza al tener que centrarse en la formación online, o virtual, para lo cual ninguna universidad estaba preparada. Además, las finanzas se vieron seriamente afectadas, llegando al punto de amenazar con el naufragio de algunas de ellas.
Para sortear ese embate inesperado, la rectora Montoya puso a prueba su preparación, su temple, su liderazgo, logrando sacar avante la institución. He sido testigo de excepción de la forma como ha sido manejada la UN frente a las nuevas circunstancias. Desde un principio, semanalmente he asistido a las sesiones del llamado Comité de Crisis, compuesto por las directivas de las nueve sedes nacionales que conforman la universidad. A través del diálogo se ha logrado mantenerla viva, pensante, solidaria y sostenible. Se ha velado por la vida de los de la comunidad y sus familias; se ha hecho posible el funcionamiento de los programas académicos, adaptados a las nuevas circunstancias; se han ingeniado estrategias para evitar la deserción estudiantil; se han hecho aportes al país encaminados a combatir los efectos de la pandemia; se ha hecho posible mantener equilibradas las finanzas.
En medio de tan preocupante situación, la rectora Montoya ha venido cumpliendo su ‘Propuesta rectoral 2018-2021’, anunciada en el momento de su posesión. Una de esas propuestas fue acordar un plan global de desarrollo –incluyendo una reforma académica ajustada a los nuevos tiempos–, con el aporte de toda la comunidad universitaria (‘Proyecto científico, cultural y colectivo de nación’). Así surgió el ‘Plan estratégico institucional 2034 (Plei)’, que es la hoja de ruta para los próximos quince años.
Desde la rectoría se ha venido apoyando el funcionamiento y desarrollo del Hospital Universitario Nacional, de tanta importancia para la docencia de las carreras de la salud y para el servicio a la comunidad. Es evidente que el liderazgo de la UN en la esfera nacional e internacional se ha mantenido. En la actualidad, la rectora Dolly Montoya preside la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (Udual).
Conocido lo anterior, las feministas pueden estar orgullosas: su representante de género al frente de uno de los cargos directivos de mayor significado en la cultura del país no ha sido inferior al desafío que ha venido enfrentando. Ese orgullo se verá acrecentado ahora al serle renovado el voto de confianza por el Consejo Superior Universitario.
Por otra parte, el Gobierno central, con el presidente a la cabeza, debe tomar en cuenta todo lo que la UN representa para los intereses de la nación. Ella constituye la mejor reserva intelectual en los distintos campos del conocimiento. Hombres y mujeres preparados en sus aulas y laboratorios son prenda de garantía para poder hacer los cambios que el país requiere para su progreso y estabilidad. Por eso, darle todo el apoyo, particularmente financiero, es la mejor inversión que puede hacer el Estado. Es cierto que últimamente ha habido un incremento de recursos, pero eso no ha sido suficiente. Mantener sin aulagas económicas a la universidad pública es hacer más fácil el cumplimiento de sus objetivos.
Fernando Sánchez Torres