Leí hace poco un artículo de la filósofa Clara Serra en El País de España a propósito de un streamer (más de un millón de seguidores) llamado Xokas, que generó mucha polémica en las redes sociales de algunas feministas y que nos hace reflexionar sobre el valor de los matices; asunto que no debería perder de vista el feminismo nunca. Resumiré el asunto: Este señor Xokas se envalentonó ante sus seguidores y contó cómo sus amigos consiguen ligar cuando las chicas han bebido unas copas de más y ellos no.
Parece ser una nueva táctica para llevar las mujeres y “abusar” de ellas. Y pongo abusar entre comillas porque la polémica se genera desde ahí. Muchos piensan que esto significa violar mujeres inconscientes y sin consentimiento y que se hace necesario pedir entonces la intervención de la fiscalía para judicializar penalmente estos hechos.
Por supuesto tener sexo con personas cuya voluntad esta anulada, debe ser un delito.
Laura Macaya, feminista española citada por Serra, protesta con los argumentos de que no podemos seguir con la tendencia de ver delitos por doquier, discursos punitivos para cualquier asunto sexual que tienen como reverso inevitable la vulnerabilidad, la debilidad y la pasividad sexual además de una infantilización extrema de las mujeres. Todo no es violación porque, como dice Laura, si queremos proteger a las mujeres tenemos que conservar con rigor los límites precisos de lo que es una agresión sexual porque si no “cuando todo es una violación, lo que ocurre es que nada es una violación”.
Tenemos las feministas que ser capaces de ver el machismo, criticarlo y sobre todo combatirlo sin ver siempre delitos
Y es cuando en este caso preciso llega la discusión sobre el significado del consentimiento. No se puede generalizar siempre la imposibilidad del consentimiento bajo el argumento del abuso de poder –que en este caso toma como forma haber bebido en lugar de no beber– que camina, dice Laura Macaya, en la dirección inversa de nuestra libertad sexual.
Por cierto, una discusión interesante. Es ahí donde hablo del valor de los matices. Tenemos las feministas que ser capaces de ver el machismo, criticarlo y sobre todo combatirlo sin ver siempre delitos y así también proteger nuestra libertad ante una sexualidad femenina siempre secuestrada por valores conservadores que nos vuelven a anular.
Una discusión interesante pero que, desde Colombia, me parece aun difícil sustentar. Ante las cifras de abusos y las agresiones sexuales con niñas de menos de 14 años (reportadas actualmente en múltiples colegios públicos y privados) la cuestión del consentimiento o de los matices no tiene lugar. Sin duda estamos en el campo del delito. Sin embargo, en casos similares a los reportados en ese artículo, es decir en casos donde los límites del consentimiento son discutibles, cabe la pena reflexionar. La línea gris entre el flirteo machista y la violación merece discutirse. Las feministas hemos reivindicado también la responsabilidad de las mujeres en contra de esta especie de debilitamiento del juicio para decidir.
Ojo con el hecho de que todo es delito. Si las mujeres, y ahí hablo de mujeres adultas, no somos capaces de juzgar si un leve acoso sexual –no sé, la mano del vecino sobre mi rodilla durante una comida, un flirteo un poco pesado, un abrazo no del todo consentido etc...– es una agresión sexual que puede llevar a una violación, es que nos hemos vuelta incapaces de defendernos, de protestar y de salir de esta zona de debilidad y pasividad en que el patriarcado siempre nos ha mantenido. Yo feminista, defiendo el valor de los matices a nombre del buen juicio de las mujeres.
FLORENCE THOMAS
*Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad