Nada demuestra más la desconexión con el país del Presidente de la República que sus declaraciones sobre el aborto en el día de la conmemoración de la libertad religiosa. Frente a un auditorio complaciente se evidenció su incomprensión de lo que ha significado la lucha por la despenalización del aborto desautorizando –una vez más– a la Corte Constitucional por el último fallo (C/055) que hace unos meses despenalizó el aborto hasta la semana 24 de gestación.
Parecería que nunca en estos cuatro años este señor tuvo la oportunidad de hablar con las mujeres que, por la razón que sea, tuvieron que recurrir a un aborto. Aprovecho para recordarle que las mujeres abortan siempre por una buena razón y nunca con el corazón alegre. Este hombre seguramente no recorrió la geografía real del país, no salió de su confort de carros blindados y de sus viajes por Europa y no tuvo la oportunidad de encontrarse con miles de mujeres en condición de extrema pobreza, mujeres cuyo nivel educativo en materia de derechos sexuales y reproductivos es muy deficiente; mujeres en condición de gran vulnerabilidad, mujeres violadas que necesitan tiempo para tomar una decisión que a veces les rompe el corazón, mujeres habitantes de lejanos y olvidados territorios, en fin, muchas situaciones que vuelven difícil la toma de decisión y la prolongan hasta límites que sobrepasan a menudo las 20 semanas.
Señor Presidente, muchas de ellas votaron por usted; no obstante, en los últimos días de su mandato, volvió usted a vulnerar sus derechos fundamentales.
Una precisión: el porcentaje de embarazos no deseados no es del 30 %, como usted lo mencionó esta semana, sino del 40 % (Dane, 2021). En cuanto a defender la vida, una vida desde la concepción, hace tiempo que reconocemos que se trata de una promesa de vida que nadie niega hoy en día y que, desde el punto estrictamente médico, el embrión, el feto llevan en sí todas las virtudes del ser humano en que se convertirán. Pero, como lo expresó de manera magistral la gran Simone Veil, autora de la ley que despenalizó el aborto en Francia en el año 1974, “ese embrión es todavía solo un devenir que tendrá que sortear muchos albures antes de llegar a término. Un frágil eslabón de la transmisión de la vida”.
Aprovecho para recordarle que las mujeres abortan siempre por una buena razón y nunca con el corazón alegre.
Sí, señor Presidente, si no me equivoco, usted fue el presidente de una nación laica, de una nación que reconoce el pluriculturalismo y cosmovisiones en materia de religiones, lo que significa que los católicos no pueden seguir imponiendo sus argumentos a todos los colombianos y las colombianas porque entra en contradicción con los planteamientos de la Constitución colombiana, que usted debería ser el primero en defender y que, además, tiene la obligación de hacerlo. En referencia a esto, le cuento que el Parlamento Europeo reclamó hace una semana que se consagre el derecho al aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, apenas dos semanas después del fallo del Tribunal Supremo de EE. UU. que anuló la protección de este derecho, en vigor desde 1973. Que usted se alinee con los sectores más conservadores de los Estados Unidos no nos sorprende. Durante estos cuatro años tuvimos en algunos momentos esperanzas, pero usted demostró a carta cabal que fue un presidente conservador de la vieja guardia. Otra cosa fue el presidente francés Giscard d’Estaing, profundamente católico, quien, en 1974 en el momento de legalizar el aborto dijo: “Comprendo perfectamente el punto de vista de la Iglesia católica y como cristiano lo comparto, pero mi deber es ante todo dejar plasmar en la ley civil los deseos del conjunto del cuerpo social”. Sí, presidente Duque, en 1974...
FLORENCE THOMAS