Imparables significa que no hay posibilidad de vuelta atrás. No hay detenimiento posible. No hay atajamiento ni inmovilización posibles. A veces, las mujeres imparables encuentran miles de obstáculos en el camino, pero siguen adelante; no se detienen, no se han detenido y no se detendrán. Hay tantos ejemplos de mujeres imparables que, por supuesto, no podré nombrarlas a todas.
Ustedes me dirán que también hay muchos hombres imparables. Por supuesto que sí, pero desde mi perspectiva la comparación es imposible porque el adjetivo ‘imparable’ nos tiene que remitir a una historia, la historia de las mujeres, una historia hecha de sombras, una historia de maltratos y de abusos, pero sobre todo de discriminación, silenciamiento y control. Esta es la historia de las mujeres.
Sin embargo, y aun en estas condiciones culturales, muchas de ellas, a lo largo de los siglos, no han dejado de luchar por su autonomía, por su libertad y más recientemente por su reconocimiento y ciudadanía, y lo hicieron siempre metiéndose donde no las esperaban, siempre con una tenacidad sin igual y en feroces contextos patriarcales.
Pregúnteles a estas increíbles mujeres futbolistas lo que ha significado su lucha por un reconocimiento justo e igualitario al de los hombres y sus ligas millonarias.
Ya sé, ustedes me dirán que esto pertenece al pasado; que las mujeres hoy ya no son discriminadas, que ya tienen iguales oportunidades que los hombres, que ya son escuchadas y que ese discurso feminista está mandado a recoger. Pues pregúnteles a estas increíbles mujeres futbolistas lo que ha significado su lucha por un reconocimiento justo e igualitario al de los hombres y sus ligas millonarias. Pregúnteles a las mujeres que han logrado entrar a juntas directivas de las empresas si ha sido fácil.
Cada vez que una se asoma al poder empresarial se les presenta una cascada de dificultades ligadas a los estereotipos del poder económico. Pregúnteles a las mujeres que lograron meterse a la política.
Si bien hemos avanzado –y de qué manera en esta última legislatura–, todavía estamos muy lejos de una paridad representativa. Pregúnteles a las mujeres de las empresas que contratan servicios de limpieza; ahí sí, todas mujeres, y sus jefes, todos hombres. Pregúnteles a las mujeres víctimas lo que tuvieron que hacer para ser escuchadas, para que su voz se hiciera testimonio.
Si Jineth Bedoya hubiera retrocedido la primera vez que fue humillada al hacer pública su dramática experiencia, la justicia de género no habría avanzado en la forma que lo hizo para las miles de otras Jineth que a diario son abusadas en Colombia.
Pregúnteles a las líderes ambientales, culturales o políticas –una Paula Moreno, una Francia Márquez o una Aída Quilcué– si fue fácil visibilizarse y ser escuchadas en sus trayectorias. Sin ese ethos de mujeres imparables no lo habrían logrado.
Mujeres imparables hoy: imposible contabilizarlas. Son miles y miles, y gracias a ellas, creo que la causa de las mujeres se volvió hoy una causa nacional y, por qué no, de toda la humanidad.
Y no puedo terminar estas reflexiones sobre mujeres imparables sin referirme, ustedes ya me conocen, al campo de los derechos sexuales y reproductivos, cuando ese adjetivo de ‘imparable’ tomó todo su sentido en el 2022, cuando Causa Justa logró despenalizar el aborto durante las 24 primeras semanas de gestación. Si ese conjunto de feministas no hubieran tenido esa mentalidad de imparables, no lo habrían logrado.
Esta lucha tan determinante le da también un sentido indiscutible a ese bello adjetivo de imparables.
FLORENCE THOMAS
* Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad