El comienzo de un nuevo año debe venir con buenos augurios para fortalecer el entusiasmo y pensar en todo lo que puede mejorar tanto a nivel individual como colectivo en el inmediato futuro. Hace falta tener una actitud mental positiva que predisponga a desarrollar iniciativas con entusiasmo, pero también se requieren señales objetivas que ayuden a creer que vienen tiempos mejores.
El inicio de las istraciones locales y los mensajes de los nuevos mandatarios parecen ir abriendo ese espacio para arrancar el año con buen ánimo. Frente a la desafortunada polarización que ha vivido el país en los últimos años, el crecimiento de la inseguridad y la inocultable ineptitud de muchos funcionarios del nivel nacional, se destacan las invitaciones de alcaldes y gobernadores a unirse en torno a causas de bien común, dialogar con la ciudadanía, establecer medidas contra la delincuencia y buscar funcionarios con amplia experiencia y preparación.
En el caso de Bogotá, la afortunada elección de Carlos Fernando Galán señala sin ambigüedades lo que los habitantes de la ciudad quieren que se haga, así como lo que rechazan, pues una y otra cosa fueron abiertamente expuestas por el candidato en su campaña. Su tono frente a sus competidores, al Gobierno Nacional y a la istración saliente, marcado por las buenas maneras y la disposición al diálogo sereno, pero firme en relación con lo que se comprometió ante los electores, da confianza a la ciudadanía.
Si las leyes, decretos, resoluciones y directivas ministeriales sirvieran para cambiar la educación, ya tendríamos la mejor del mundo.
Decía MacLuhan, hablando de la comunicación, que el medio es el mensaje. La manera como se expresa un gobernante suele ser tan importante como lo que dice, porque la incoherencia entre las formas de comportamiento y el contenido de los discursos solo siembra incredulidad. Tal vez eso, sumado a excelentes funcionarios en su gabinete, ayudará a que en los próximos cuatro años la ciudad recupere el optimismo que con el tiempo ha ido perdiendo.
La designación de Isabel Segovia como secretaria de Educación es una buena noticia y representa buenos augurios para un sector esencial en la vida de cada familia que habita la ciudad. Con certeza sabrá darle continuidad a la excelente labor que se hizo durante la pasada istración, teniendo en cuenta que no se trata de una funcionaria improvisada en el sector, ya que su paso por el Ministerio de Educación y su compromiso posterior con entidades dedicadas a este tema aseguran que el interés central no será otro que el de llevar lo más lejos posible muchas iniciativas que solamente maduran en períodos que superan con mucho una istración.
El gran desafío de la calidad solo puede tener respuesta en las istraciones locales, pues son ellas las responsables de fortalecer sus instituciones educativas, diseñar procesos de transformación pedagógica, generar dinámicas de compromiso y estímulo a la labor docente y garantizar la continuidad de esfuerzos específicos cuyo origen y desarrollo reposa más en la dinámica de las comunidades educativas que en las prescripciones genéricas que emanan del nivel central. Si las leyes, decretos, resoluciones y directivas ministeriales sirvieran para cambiar la educación, ya tendríamos la mejor del mundo.
Unas buenas políticas públicas son importantes, y en diversos momentos se han propuesto muchas de gran valor. Pero si los colegios con sus maestros, estudiantes y familias no encuentran un liderazgo cercano y unos mecanismos istrativos y financieros que evalúen, estimulen y apoyen su labor, todas esas grandes aspiraciones se quedan en el aire. Si no se logra que niños, niñas y jóvenes se entusiasmen con el conocimiento, si no aprenden a convivir, si no afianzan sus talentos, de nada servirá tener muchos cupos en las universidades o reafirmar el derecho a educarse.
Sabemos que nos falta mucho para alcanzar la calidad deseada, pero tengo un gran optimismo sobre lo que nos depara el nuevo año.
FRANCISCO CAJIAO