El presidente Petro parece estar aplicando a la letra el consejo de Steve Bannon, el exasesor de Trump, cuando dijo: “Si tienes algún problema, la solución es inundar el campo de estiércol”. Eso es lo que está haciendo Petro, inundando la cancha de basura populista para distraer la atención, tratar de ocultar el rotundo fracaso de su gobierno en todos los ámbitos, e impulsar prematuramente la campaña electoral del 2026 para reelegir su populismo radical.
Su propuesta de Asamblea Constituyente no es nada más que eso. Si la propuesta fuera seria Petro tendría listo un proyecto de ley consensuado con su gabinete para ser sometido al Congreso, con un temario y un cronograma. No hay nada de eso. Sus ministros, ignorantes de la propuesta presidencial, fueron pillados por los medios totalmente desubicados. El minjusticia solo atinó a decir que era solamente “una idea”, y por la forma en que lo dijo casi que quiso agregar que “no hay que hacerle mucho caso”. El mininterior hábilmente eludió referirse a la propuesta presidencial y sacó de la manga el comodín, bueno para todas las ocasiones, de la necesidad de buscar consensos. Pero de la propuesta presidencial es la hora que ningún ministro ha dicho nada.
Como se sabe, la propuesta de Petro esquiva la vía institucional para convocar una Constituyente y a cambio propone un camino no legal de movilización tumultuaria de sus fanáticos y a eso lo llama “consultar directamente al pueblo”. Es obvio que lo haga así. Para utilizar la vía institucional no cuenta con los dos factores esenciales: mayorías parlamentarias y apoyo popular. Según la encuesta de CB Consultora de Opinión Pública, Petro está en el penúltimo lugar de favorabilidad popular entre los presidentes de Suramérica y hasta Maduro lo supera en Venezuela, que habría sido arrasado por Maria Corina si el tirano le hubiera permitido participar en las elecciones. Y en el caso, casi imposible, de que el Congreso le aprobara a Petro su constituyente, la votación popular se convertiría en un plebiscito de repudio a su gobierno. Así, esa eventual Asamblea Constituyente tendría muy seguramente unas mayorías de centro derecha que no solamente rechazarían las propuestas populistas de Petro, sino que aprobarían cambios en sentido totalmente contrario. O sea, a Petro le saldría el tiro por la culata.
Consultar a la gente no siempre es democrático, sobre todo cuando se hace por vías no institucionales.
Por eso pregona la vía demagógica no institucional. Y es por eso probable que, ante el rechazo general, su propuesta se extinga en unas cuantas semanas, así como se extinguió su propuesta alucinada del tren aéreo entre Barranquilla y Buenaventura. Pero le habrá servido para volver a su actividad predilecta, la de agitador profesional, dejando a un lado las aburridas funciones de gobierno. También para ir señalando anticipadamente a los supuestos responsables del fracaso de su gobierno: el Congreso, las Cortes, los partidos, los medios, la constitución, los políticos, los gremios, los expresidentes, las leyes, la tecnocracia, los jueces, los alcaldes, los empresarios, etc. O sea, todos…menos él.
Sin embargo, hay que estar alertas por si Petro sigue insistiendo en su propuesta de desmantelamiento constitucional. Porque con su iniciativa populachera Petro no solo pone en juego nuestra institucionalidad democrática y nuestra Constitución Política, sino también la convivencia entre los colombianos. Por fuera de la constitución no hay convivencia, y fuera de la ley sólo hay barbarie y tiranía.
Consultar a la gente no siempre es democrático, sobre todo cuando se hace por vías no institucionales, y además para desmontar las instituciones democráticas que son producto de una voluntad popular legítimamente construida, y no resultado de la algarabía de unas minorías fanáticas y manipuladas.
Así, los llamados incendiarios de Petro a sus huestes para ponerse por fuera de la Constitución y de la ley, son llamados a la barbarie de un aprendiz de tirano, disfrazados de defensa mentirosa de la soberanía del constituyente primario. No pasarán. No es momento de matices, todos los demócratas debemos hacer un frente único en defensa de la institucionalidad democrática frente a la amenaza de su desmantelamiento por parte de un mandatario que estaría traicionando su juramento de preservar y respetar esa institucionalidad democrática.