Tal como están las cosas hoy, la elección del candidato presidencial del Centro Esperanza no es un ejercicio para escoger un líder que represente un proyecto político común en que todos los de la coalición estén comprometidos para ser gobierno en 2022. Es, más bien, un ejercicio concertado para evitar pisarse las mangueras. Es decir, ante la realidad de que dispersarían los votos del centro si participaran todos en la primera vuelta, les toca contarse antes para que solo uno aspire a la presidencia. Bueno, uno más Ingrid.
Podría culparse de la situación a las vanidades y ofensas entre los candidatos. Es cierto que las formas no han sido las mejores: las condiciones de entrada a Gaviria, el rechazo de Galán a Carlos Amaya por su modo de hacer política, la réplica de nepotismo de Amaya contra los Galán, las denuncias de Gaviria contra Fajardo por Hidroituango y sus acercamientos con Rodrigo Lara, contradictor de los Galán, la confesión de Robledo de que si Gaviria gana la precandidatura no lo apoyaría, etc. Sin embargo, tantas salidas en falso son síntomas de otra cosa, de que en el fondo la Coalición Centro Esperanza no dispone de una narrativa de país que los una y convoque a la sociedad en la actual coyuntura.
Sin duda existen una serie de convicciones compartidas en la que sus están más o menos de acuerdo. Una noción democrática liberal del Estado, la necesidad de redistribución económica y de oportunidades sociales, el rechazo a la corrupción y el compromiso con un manejo eficiente del gobierno, la moderación en las decisiones y el respeto a los derechos de mayorías y minorías son, entre otros, principios comunes en la coalición. También puede haber grandes coincidencias en propuestas en educación, salud, economía y demás ramas de gobierno. Pero las convicciones y propuestas no son suficientes como una gran narrativa.
La sociedad necesita que la coalición le diga por qué es tan importante la opción política de centro como defensa de las instituciones democráticas.
La sociedad necesita que la coalición le diga por qué es tan importante la opción política de centro como defensa de las instituciones democráticas y cuáles son las transformaciones que va a hacer ante tanto descontento social. Por ejemplo, ¿cómo va a remediar el peligroso grado de polarización que lleva a que los contendientes políticos nieguen la legitimidad de sus opositores a participar en la democracia? ¿Cómo va a arreglar, más allá de sostener que no va a gobernar con ellos, el problema de una clase política que ha perdido toda legitimidad por el clientelismo y la corrupción y que, de paso, pone en riesgo la legitimidad del sistema democrático? ¿Por qué es tan importante defender la libertad de empresa y de comercio, al tiempo que es necesario incrementar los recaudos tributarios para hacer redistribución, lo que implica comprometer más a las personas naturales y la clase media? ¿Cuáles son los proyectos viables, no promesas populistas, de redistribución de ingresos y oportunidades que eviten la creciente fragmentación social del país? Y sobre todo, ¿cómo van a defender la democracia de los proyectos populistas que aspiran a cambiar las instituciones existentes, que, pese a todos sus defectos, sostienen un mínimo de pluralismo y separación de poderes?
La existencia de consensos mínimos en estos temas así como la construcción de una narrativa que reivindique la opción de centro para evitar que el Estado colapse por la indolencia y la corrupción de la clase política o por la ruina y el quiebre institucional del populismo deberían ser el eje de unión de la coalición. Si existieran, la coalición no se vería abocada a naufragar por las continuas diferencias públicas en asuntos que se supondría ya estarían zanjados. Las vanidades y ofensas son imperdonables en quienes se supone son los responsables de ofrecer una salida institucional a la crisis de la democracia liberal.
GUSTAVO DUNCAN