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El silencio es difícil

Nuestro cerebro está contaminado por los espejismos sociales y por el exceso de información.

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Permanecer en silencio es aquietar el cuerpo y acallar la mente… Limitándose esta última a observar las sensaciones, la respiración, los revoloteos, los sosiegos… sin juzgar ni tratar de cambiar nada… ¡Fácil de expresar, difícil de lograr! La meditación es un ejercicio del silencio.
(También le puede interesar: La fe y el ‘big bang’)
Claro y fácil ¿verdad? ¡Ni lo uno ni lo otro! El camino hacia el silencio es arduo y exige disciplina y constancia…Nuestro cerebro está contaminado por los espejismos sociales y por el exceso de información que en el tercer milenio literalmente explotó…
El silencio interior, redundante decirlo, es una experiencia íntima…Por ello resulta difícil de explicar y los interesados tienen que vivirla directamente. Según los detractores de la meditación, su ejercicio es una pérdida de tiempo… el aspirante se sienta, quieto y callado, a no hacer nada. Están equivocados. Las imágenes de las resonancias magnéticas tomadas a los meditadores muestran cerebros activos ejecutando un algo complejo de dónde provienen los beneficios de la meditación.
Quienes insisten que no pueden meditar están, con frecuencia, intentando cosas diferentes. La aproximación más común a la meditación es la denominada de atención total, el silencio resultante de la ‘activación’ de los circuitos inhibitorios, esto es, de los mecanismos mismos de nuestro sistema nervioso que obligan a las neuronas a guardar silencio.
Hay tácticas que apoyan la calma; la más utilizada es la observación constante de los ‘ruidos mentales’ (deseos, amenazas, temores…). Como los niños pequeños, los ruidos mentales se callan –se quedan quietos– cuando alguien los está viendo. Otro enfoque es el sostenimiento de la atención en algo diferente a los ‘ruidos’, por ejemplo, en los movimientos de la respiración, las sensaciones, las divagaciones mentales… o en la simple experiencia del silencio.
Cada vez que las distracciones aparecen en la cabeza, sean amores u odios, aficiones o repulsiones, apegos o rechazos, miedos o corajes (y aparecerán docenas de veces), los circuitos inhibitorios han de entrar en acción para apagar los revoloteos.
La experiencia del silencio mental es difícil de transmitir y resulta imposible comunicar a otra persona.
La meditación debería ser una práctica sencilla, pues la facultad de inhibición es natural. Sin embargo, como consecuencia de la superabundancia de publicidad y la explosión de información, este ‘autocontrol’ del exceso de datos del mundo moderno se debilita con el tiempo… para finalmente atrofiarse.
Veamos ejemplos. Si una persona, por costumbre, sigue siempre comiendo, a pesar de estar saciado, inevitablemente se volverá glotona; o si continúa aterrorizado después de una experiencia asustadora que ya ha desaparecido, podría convertirse en un atemorizado permanente. En ambos casos, los mecanismos inhibitorios, comúnmente normales y útiles, podrían deteriorarse y volverse inservibles o, peor aún, perjudiciales.
La experiencia del silencio mental es difícil de transmitir y resulta imposible comunicar a otra persona lo que nos ocurre durante la meditación de atención total; cada cual tiene que vivirla para comprenderla. Meditar con atención total es… silenciar la mente ‘activando’ los circuitos inhibitorios del sistema nervioso y ‘apagando’ los circuitos excitadores… que generan los ruidos.
Permanecer quietos y callados no es fácil… ‘Estar quietos’ es la decisión de estar inactivos. El taoísmo oriental sostiene que, aun cuando estamos inmóviles y callados, siempre estamos haciendo algo. En la autoobservación del cuerpo, de los sentidos y de los estados mentales, durante sesiones largas de quietud y silencio, se ‘aprende’ mucho más de meditación que en libros y conferencias. El silencio es la oportunidad de aprender a apagar los ruidos mentales y adiestrar la consciencia del momento presente… y de lo que es importante.
Los dogmas pregonan adhesiones y creencias. En el término de 45-60 minutos es más fácil rezar con devoción que permanecer en silencio y quietud –sin maestros ‘espirituales’, imágenes, oraciones, mantras, cánticos, sahumerios o prédicas–.
A este columnista, ¿le resulta el silencio espontáneo? Sí y… no. Sí, por su práctica continuada y porque ha experimentado sus beneficios… sin haberlos perseguido. No, porque en su mente todavía abundan los ruidos. ¿Recomienda la meditación silenciosa? Absolutamente… Sin afiliación a ninguna corriente. Hay un punto –un nivel de silencio–, que tampoco debe perseguirse… pues llegará naturalmente, a partir del cual la meditación silenciosa se vuelve un hábito sencillo.
GUSTAVO ESTRADA
Autor de ‘Armonía interior’ y ‘Hacia el Buda desde occidente’
@gustrada1
(Lea todas las columnas de Gustavo Estrada en EL TIEMPO, aquí)

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