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La importancia de la atención

Al igual que los niños inquietos, los condicionamientos, cuando son observados, se calman.

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Además de las necesidades corrientes de la vida diaria, los seres humanos buscamos también algo distinto que va más allá, tanto de lo que ya poseemos como de las necesidades rutinarias, que, con frecuencia, es superfluo o innecesario. Poco tiempo después de que conseguimos el objeto de turno, surgen nuevos antojos… con diversos atractivos —riquezas, placeres, reconocimientos, notoriedad—, como en un círculo vicioso que no parece tener final. En los peores casos, la demanda de cosas nuevas se torna insaciable, generando exigencias que nada parece llenarlas
(También le puede interesar: Ven muerte bien escondida)
Al caer en tales repeticiones —quiero algo, lo obtengo, quiero más—, nos salimos de las pautas de sentido común. ¿Cómo escaparnos de algo tan anormal? Sencillo de decir, complicado, difícil de convertir en hábito: permaneciendo alertas tanto a nuestro mundo interior como al espacio físico que nos rodea. Esta observación constante se conoce como atención total, una expresión milenaria del Oriente asiático, de moda en el siglo XXI.
El mundo exterior —visible, tangible, perceptible— es más o menos igual para todos los seres humanos. El mundo interior —el mío, el suyo, el de todos— es individual y personalizado por muchísimas influencias (familia, educación, medio cultural…).
¿Cómo observamos en nuestro mundo interior? Tomando consciencia de los deseos desordenados —más cosas, más diversiones, más experiencias— y de las aversiones —antipatías, sitios desagradables, temores infundados— que siempre llevan nuestra mente a otros lugares y otros tiempos.
La atención total, mindfulness en inglés, no busca nada en particular, más bien es como una puerta que se abre para que la paz interior nos llegue espontáneamente.
El conjunto de deseos y aversiones, que el Buda denomina formaciones dañinas, se controla —se apaciguan— mediante la aplicación permanente de la atención a nuestro cuerpo, nuestras sensaciones y nuestros estados mentales; es en este trío donde se manifiestan los deseos desordenados y las aversiones.
En el ejercicio de la atención total, actuamos desde nuestro ser esencial no contaminado. El ser esencial es lo que nos queda del ‘yo’ después de que hemos silenciado los condicionamientos mentales (‘silencio’ que no es sencillo de lograr); en otras palabras, el ser esencial es el remanente del ‘yo’ inflado cuando le suprimimos los condicionamientos, la parte redundante. Al igual que los niños inquietos, los condicionamientos, cuando son observados, se calman.
De la misma manera como los deportes son el ejercicio de las destrezas físicas, la meditación, que nos vuelve más conscientes, es el ejercicio de la atención mental. Según el Buda, las formaciones dañinas las controlamos mediante la aplicación permanente de la atención total a nuestro cuerpo, nuestras sensaciones y nuestros estados mentales; allí se manifiestan los deseos desordenados y las aversiones. En el ejercicio de la atención total, actuamos desde nuestro ser esencial, siempre moral. Los fastidiosos bichos —los condicionamientos perjudiciales— se aquietan cuando son vigilados por el ser esencial.
La autoobservación se practica con aproximaciones no estandarizadas, con frecuencia diferentes entre las distintas escuelas y religiones orientales (budismo, hinduismo, zen…), manteniendo en común la atención total. La atención total, mindfulness en inglés, no busca nada en particular, más bien es como una puerta que se abre para que la paz interior nos llegue espontáneamente. Cuando perseguimos la paz interior, la estamos perdiendo.
‘Viva el presente’ es la solución estándar, repetida de diversas formas desde siglos atrás. Tan sencilla recomendación tiene tanto detractores repitiendo ¡qué estupidez insistir en lo obvio! como pregoneros repartiendo consejos a todo momento o promocionando sus propias escuelas y creencias.
La mente es capaz de andar por lugares diferentes del ‘aquí’ y en tiempos distintos del ‘ahora’, pero el cuerpo físico solo puede estar en un sitio y en ‘presente’. Mantenerlos juntos es difícil, así suene paradójico. La meditación es la práctica recomendada para aproximarnos a tal ideal —este servidor lo repite hasta el cansancio—, pero solo practicándola con disciplina y continuidad pueden alcanzarse sus beneficios. O, mejor dicho, para que las señales distractoras de nuestro cerebro se ‘aplaquen’ y los beneficios de vivir el presente nos lleguen espontáneamente… casi sin darnos cuenta.
GUSTAVO ESTRADA
 @gustrada1

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