Con su acostumbrada fecundidad verbal, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, pintó hermosos pajaritos en el aire en una entrevista en Blu Radio apenas iniciaba su gestión, el 28 de enero de 2020. Linda, linda fue su descripción del Corredor ecológico de la Séptima, del metro ligero o Regiotram del Norte desde Zipaquirá, pasando por la carrera 9 para llegar a Teusaquillo. Igualmente, del varias veces aplazado Regiotram de Occidente, aunque sea del resorte de la gobernación de Cundinamarca, y la extensión del metro hasta la calle 100.
Pero todo quedó convertido en agua de borrajas, incluida la prolongación del metro. Quisieron mostrar que tenían estudios, no se sabe si los hicieron subterráneos, pero si la extensión fuera aérea tendrían un lío de la Madonna por la elevación terrible y antitécnica en los puentes de la 92 e interferencias con la línea Tibitoc del acueducto y las de alta tensión. Claro, se lavan las manos al dejar el embeleco al próximo gobierno. El Corredor de la Séptima lo usó no solo para ganar las elecciones, sino para gastar millonarios recursos supuestamente para preguntar a los ciudadanos cómo se lo imaginaban.
Sin embargo, no fueron las únicas obras. En lo mismo está terminando la retórica de infraestructura del Plan de Desarrollo, como los cables aéreos de Usaquén y San Cristóbal, la heredada adecuación de la Avenida Ciudad de Cali, la Avenida Los Cerros hasta la antigua salida a Villavicencio, la Avenida Boyacá desde Yomasa o la Circunvalar de Oriente.
Como a la alcaldesa se le fue el tiempo confundiendo los micrófonos con gobernar, ahora quiere construir la sensación de que la ciudad va a ser otra con sus ‘colosales’ obras. No le importa cabalgar sobre los esfuerzos en obras del Gobierno Nacional, por cierto lentos, sobre la ALO sur o el tramo Bogotá en el Norte o las que estructuró Peñalosa, como la Avenida 68.
Echar para atrás el metro actual implicaría entonces un detrimento patrimonial gigantesco.
Ahora hace un show con un vagón de metro, dizque para hacer pedagogía, porque ahí sí que hay riesgos y problemas. Mejor sería bajarse de la nube de que se entregará en el 2028. Si bien han avanzado en la construcción del patio taller y algo en el deprimido de la calle 72, no forman parte de la ruta crítica del diseño de la obra.
Es que no es posible avanzar en la misma porque no existen siquiera los diseños de construcción o de fase III, tal vez ni han terminado y validado la investigación geotécnica, donde han tenido sustanciales problemas, y la cual es vital para controlar los riesgos por sismicidad, hundimientos o asentamientos locales. Una sola falla podría parar o acabar con el proyecto.
Y los diseños de fase III con dificultad se conocerán en diciembre de 2022, por lo que no se tienen claros los riesgos de la construcción, no hay cronograma, ni planes de movilidad ni se sabe con certeza cuánto costará. De surgir mayores obras tendrá que asumirlas la endeudada Bogotá que deja Claudia López, lo mismo que la compensación cambiaria. Recuérdese que el contrato estima un dólar de 4.100 pesos para 2027 y apenas en el 2022 ya se supera los 4.400 pesos.
El nuevo Gobierno no la tiene fácil, aun si puede alegar razón en que el afán de Peñalosa por llevar la contraria, y dejar un metro aéreo contratado, implicó dejarlo sin suficientes estudios. También, que acarreó botar a la basura los estudios geotécnicos bien adelantados que dejó el exalcalde Petro, como se tirará buena parte de la millonaria infraestructura de Transmilenio.
No la tiene fácil porque no podrá impulsar un metro subterráneo, toda vez que no es la especialidad del actual concesionario chino. Así que echar para atrás el metro actual implicaría entonces un detrimento patrimonial gigantesco. Debe incluso controlar las improvisaciones, no vaya a ser que el concesionario concluya que es posible abandonar la obra para ganar en los tribunales.
Pero seguir apoyando la línea elevada significa asumir la herencia de sus riesgos y problemas, incluidos sobrecostos. Con tales antecedentes, el Gobierno Petro deberá, además, definir si apoya el afán por dejar un convenio de cofinanciación de un globo llamado segunda línea del metro a Suba y Engativá.
JOHN MARIO GONZÁLEZ