El viejo adagio “nadie sabe para quién trabaja” termina por parecerse a las cuentas alegres de despedida del Gobierno Duque que recién presentó en el Marco Fiscal de Mediano Plazo 2022, y que podrían apercollar al presidente Petro. Un mandatario electo que, por demás, no genera confianza económica.
Si bien la pandemia exigía un esfuerzo fiscal y de gasto, la oposición cerrera que pedía imprimir billetes y las protestas alentaron a Duque a optar por la fácil. Si, la de un ‘exceso de gasto’ para henchir insostenibles cifras de crecimiento basado en el consumo, para intentar salir por la puerta grande, al menos en lo económico. Tal pareció que también, con denodada decisión, para ayudar a ciertos partidos en el Congreso y empujar una opción continuista que al final no salió. Algo así como remodelar la fachada de una casa, con la suertecita de ingresos extras del petróleo y de endeudamiento a borbotones, para venderla, así sus cimientos hagan que pronto colapse.
Es cierto que el crecimiento del año pasado fue fulgurante y que un 6,5 por ciento en el presente sería el de mayor dinamismo de los países de la OCDE. Pero el problema es que, sin terminar, las mismas cuentas del deseo que presentó el Gobierno ya están desfasadas. Como mínimo, en lo que corresponde al aumento de la deuda por la depreciación del tipo del cambio, que ya va en los niveles proyectados para 2028; por el aumento del pago de intereses de la deuda, lo que llaman la “disipación parcial del choque mundial inflacionario” y, sobre todo, lo que, sin sonrojarse, se apuntan como el “gran dinamismo de las exportaciones no tradicionales” y la senda decreciente del déficit de cuenta corriente.
La destorcida de la tasa de cambio sin duda que obedece a factores inflacionarios y externos; asimismo a los planteamientos económicos suicidas del próximo gobierno, pero no se puede excluir del baile al gigantesco déficit de la balanza comercial del 6,6 por ciento del PIB y de cuenta corriente del 5,7 por ciento en 2021 que deja el gobierno y el Ministro José Manuel Restrepo. Si fuera cierto solo lo primero, ¿por qué entonces los pesos peruano y mexicano y el real brasileño casi que ni se despeinan? En el caso colombiano se trata de la economía política de la desidia, de un país que se acostumbró a importar y exporta muy poco, y en el que los gremios y unos llamados centros de pensamiento sufren de estrabismo.
Por supuesto que no había nada que celebrar de los 10 años del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, que ha simbolizado un tremendo retroceso comercial. Pero el trastorno es tan grave que, de fondo, no se pudiera explicar por los tratados de libre comercio o por supuestas políticas neoliberales como equivocadamente sostienen quienes se hacen autobombo de sus libros con títulos altisonantes.
La pérdida de competitividad y de ventajas comparativas del país lo evidencia muy bien el monumental déficit comercial con China, de 9.491 millones de dólares en 2021, y por contera con Vietnam, de 838 millones de dólares, países con los que no se tiene tratado y que explican el 67 por ciento del déficit respectivo. Un desastre que significa, óigase bien, la pérdida de millones de empleos, que se ahonda año a año, y que, al ritmo de las cifras de enero a mayo, llegaría a cerca de 15.000 millones de dólares, de un total de déficit comercial de cerca de 17.000 millones de dólares para 2022. Semejante lío no se soluciona con los aguacates de Duque ni los de Petro y ni siquiera con su prometida utilización de aranceles de importación.
Por si fuera poco, China emprende hostiles juegos de guerra con Rusia e Irán en la vecina Venezuela. ¿Qué pasaría si Colombia los practicara con Estados Unidos o Japón en Taiwán o con India en el valle del río Galwan?
Más fácil entonces que renegociar tratados de libre comercio, sería muy útil que Petro dijera qué va a hacer con China, porque el gobierno Duque no solo no supo, sino que guardó completo silencio.
JOHN MARIO GONZÁLEZ