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Kahneman y el ruido

No hay que confundir el concepto de juicio con los de pensamiento o análisis.

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Estudió su primer grado en la Universidad Hebrea de Jerusalén, en psicología y matemáticas (excelente combinación –poco frecuente–); se doctoró en psicología en la Universidad de California y después enseñó en las mejores universidades del mundo. Listar sus distinciones ocuparía varias columnas. Sus análisis sobre nuestros sesgos cognitivos son magistrales.

Sobre ese libro he escrito ya en varias columnas. En esta, y para honrar su memoria, haré breves comentarios sobre su último libro, Ruido: un fallo en el juicio humano, escrito con otros dos gigantes del pensamiento, Cass R. Sustein, de Harvard, y Olivier Sibony, de HEC (Escuela de Altos Estudios en Comercio, Francia).

En este libro Kahneman se concentra en otro componente importante del error en el juicio humano: el ruido. La forma más simple de explicarlo (tal vez demasiado simple) es con un ejemplo: en la discusión que se dio sobre el gol de Yepes contra Brasil, en el Mundial 2014, hay dos clases de errores; los brasileños mayoritariamente opinan que no fue gol; los colombianos, que sí fue. Esas opiniones no ayudan a definir la verdad porque son sesgadas. Si le pedimos a un público neutro que juzgue, digamos aficionados suecos, sus opiniones tampoco serán uniformes. Una parte dirá que fue gol; otra, que no fue, y algunos no estarán seguros. El resultado es disperso, los juicios son honestos, pero no son todos iguales: en este caso no hay sesgo, hay ruido. No es malintencionado, pero puede llevar a un juicio equivocado.

No hay que confundir el concepto de juicio con los de pensamiento o análisis; el juicio es siempre una forma de medición mental. Depende de una diversidad de factores individuales; y si bien la diversidad es inevitable y puede ser positiva, el ruido que se produce es una fuente de error con impacto en muchas actividades humanas.

Dos médicos frente a un dolor de estómago pueden diagnosticar diferentemente, y al menos uno de los dos juicios estará equivocado; si se actuara de acuerdo con él, los resultados podrían ser muy malos. Los magistrados están especialmente entrenados para evitar sesgos; sin embargo, con gran frecuencia vemos que las sentencias de las altas cortes no son unánimes; prevalece una con objeciones sustanciales. Las predicciones de los economistas, incluso de los más ortodoxos académicamente, no siempre coinciden, y así en muchos campos más. Para disminuir el error se suele acudir a es que en sus consensos se equivocan menos, gracias a sus conocimientos sobre el asunto que se juzga, a su inteligencia y a su ‘estilo cognitivo’ de apertura mental a juicios de otros.
Las predicciones de los economistas, incluso de los más ortodoxos académicamente, no siempre coinciden, y así en muchos campos más. 
El libro trae recomendaciones para disminuir los errores causados por el ruido. Entre ellas propone seis principios que conforman una “higiene para la decisión”:

1.El propósito del juicio debe ser la precisión, no la expresión individual.

2.Hay que pensar estadísticamente.

3.Se debe estructurar el juicio en tareas separadas.

4.Hay que resistir las intuiciones prematuras.

5.Conviene buscar e integrar juicios de personas expertas e independientes.

6.Se deben favorecer escalas y juicios relativos; son mejores que los absolutos.

Son 300 páginas muy interesantes. Ojalá este comentario despertara la curiosidad por el libro. A los gobernantes les recomendaría su estudio minucioso; los ayudaría a evitar improvisaciones y torpezas.

@mwassermannl

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