Kamala Harris hizo una apuesta: la defensa del aborto le permitiría ganar el voto de las mujeres. Lo que muestran los resultados electorales de la semana pasada es que el tema del aborto no tuvo un impacto importante sobre el voto femenino. Se equivocó la campaña demócrata, como lo ha venido haciendo la religión ‘woke’, al pensar que el voto de las mujeres estaría definido únicamente por su sexo. Ni las mujeres votaron por Kamala por ser mujer ni dejaron de votar por Trump por tener diferencias en la posición sobre el aborto.
En efecto, entre el electorado que creía que el aborto debía volver a legalizarse, el 51 % votó por Kamala, mientras que el 47 % votó por Trump. Donald Trump progresó, inclusive dentro del electorado femenino. En 2016, obtuvo el 42 % del voto femenino a la escala nacional, mientras que en estas elecciones obtuvo el 44 %. Igualmente aumentó en siete puntos en el electorado latino femenino con relación a 2020.
Las mujeres no votan por un candidato solo en razón de su sexo. Kamala se dedicó a sonreír todo el tiempo y a hacer una campaña de “buena amiga” que no conquistó al electorado femenino. La solidaridad entre mujeres no funcionó, especialmente ante un electorado harto de los avances de un progresismo que ha venido desafiando la mínima sensatez y el sentido común.
Otro de los hechos relevantes de esta elección es, igualmente, el voto de las minorías. Tampoco funcionó la estrategia del clientelismo étnico y de género de Kamala. Los votos por Trump no fueron, como creía la campaña demócrata, el voto de un grupo de blancos vociferantes. Se equivocaron los demócratas al pensar que los republicanos representaban solamente la vieja burguesía de negocios blanca de la costa este y que las minorías así como las mujeres votarían naturalmente a Harris. Esto no fue lo que pasó.
La solidaridad entre mujeres no funcionó, especialmente ante un electorado harto de los avances de un progresismo que ha venido desafiando la mínima sensatez y el sentido común
Donald Trump tuvo la mayoría del voto popular. Las clases blancas empobrecidas que en una parte votaron por Biden en 2020, en los estados industriales del norte, esta vez plebiscitaron a Donald Trump. Del lado de las minorías étnicas, Donald Trump tuvo un éxito innegable. El 45 % de los latinos prefirieron a Trump. También tuvo un éxito impensable en los hombres afroamericanos.
Las tres apuestas de Kamala salieron derrotadas. Ni el miedo a Trump, ni la convocatoria a las mujeres, ni la de las minorías le dieron resultado.
Para los demócratas, es la derrota de una estrategia impulsada por Hillary Clinton en 2016, que creía que la voz de las minorías era el patrimonio de ese partido. Mirando hacia atrás, los demócratas desde la lucha por los derechos civiles se han dedicado a focalizarse en las minorías, exacerbando el lenguaje victimista.
Esta elección marcó el fin de ese sistema. Los latinos no quieren ser considerados más como una minoría, sino como americanos de pleno derecho, con toda razón dada su exitosa integración al país. Ellos están preocupados por la economía, la inmigración y la seguridad como cualquiera otro de los ciudadanos americanos. Las mujeres no quieren ver reducidos sus intereses públicos a lo relativo al aborto o a reivindicaciones de género. La segmentación clientelista que es percibida ahora como una estigmatización ha sido derrotada, y con ella el wokismo.
Lo que hicieron los estadounidenses fue reencontrase con cuatro nociones fundamentales en democracia. La de nación por encima de los comunitarismos. La de mayorías por encima de los minoritarismos. La de ciudadanía por encima de los identitarismos y la del bien común por encima de los fraccionalismos. Todo esto incorporado desde el sentido común, que había venido siendo desconocido por modas intelectuales de las élites que llegaron al extremo de desafiar las evidencias bilógicas y culturales.
VIVIANE MORALES HOYOS