La corrupción del cambio

En este gobierno no compramos congresistas”, dijo el jueves, sin que le temblara la voz, el presidente Gustavo Petro en Buenaventura. Una lectora me escribió: “No sé si reírme o llorar ante la negación de lo evidente”. Tras las impactantes revelaciones sobre corrupción y compra de votos parlamentarios, gracias a contratos de la Unidad para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), la declaración indica que, en términos sicológicos, Petro está “en negación”.

Su minhacienda, Ricardo Bonilla, su exmininterior Luis F. Velasco; su director de Inteligencia Nacional, Carlos Ramón González, y varios altos funcionarios y exfuncionarios más están en la mira de la Fiscalía, que al fin reaccionó ante el indignante uso de más de $ 90.000 millones en asignaciones presupuestales, para contratos direccionados por congresistas que, untados de esa forma, aceptaban votar las iniciativas del Gobierno.

El caso incluye una denuncia por un contrato destinado a financiar al Eln, en Arauca. Otra revelación apunta a la desaparición de discos duros de computadores de la Casa de Nariño, que contenían evidencia sobre estas maniobras delictivas. Esta indagación se suma a la que la Sala Penal de la Corte Suprema sigue, por la misma causa, contra nueve parlamentarios, entre ellos los expresidentes de Cámara Andrés Calle y del Senado Iván Name.

Cohecho por dar u ofrecer; peculado por apropiación o, en el menor de los casos, por uso indebido; destrucción de material probatorio; financiación del terrorismo y, claro, concierto para delinquir son algunas de las conductas criminales en que pueden haber incurrido altos jerarcas del gobierno del cambio, con el propósito de comprar conciencias en el Congreso.

Los congresistas enfrentarán, además, procesos de pérdida de investidura por tráfico de influencias. En manos de los investigadores hay grabaciones, chats, certificados presupuestales, libretas de apuntes y mucho más, entregados por dos protagonistas del escándalo, Olmedo López –nombrado por Petro– y Sneyder Pinilla, quienes estaban a la cabeza de la UNGRD. Ojalá la Sala Penal y en especial el magistrado Francisco Farfán, tan cercano al petrismo, se porten a la altura. El país estará vigilante.

Pero aun si la Justicia se tarda, la corrupción ya le ha hecho a Petro un daño irreparable. El adalid del cambio, que tanto acusó a gobiernos anteriores de corruptos, vive su peor momento de opinión. En Opinómetro, van cinco semanas con índices entre 28 y 26 % de aprobación a su gestión, por debajo de ese 30 % que, pasara lo que pasara, estaba siempre con el Presidente. El 65 % la desaprueba.

La corrupción pesa mucho en este deterioro: 55,4 % cree que ha aumentado, según el Opinómetro. Lo de la UNGRD es apenas un capítulo de la novela que comenzó con la oscura financiación de la campaña y siguió con los enredos de Nicolás y Juan Fernando Petro.

Lo grave para el Presidente es que ha perdido el apoyo de los jóvenes y de los estratos populares. En el más reciente Invamer Poll, en el rango de 18 a 24 años la desaprobación subió a 54 %, cuando en febrero estaba en 44 %. Y en los estratos populares ese indicador negativo, que ya estaba en 54 % en febrero, se trepó a 63 %, una cifra casi igual a la que Petro tiene en clases media y alta.

El rechazo a su gestión ya no es solo de ricos y pequeñoburgueses, sino también de los pobres que votaron masivamente por él en 2022. Por eso el martes, en la plaza de Bolívar, adonde citó a sus seguidores para que lo acompañaran a la firma de la reforma pensional, aparecieron cuatro gatos.

Acosado por la corrupción y desgastado en la opinión, no pintan bien las cosas para Petro, quien, el 7 de agosto, comenzará a gobernar con el sol a las espaldas. Muchos colombianos están asustados por lo que el mandatario pueda hacer ahora que está arrinconado. Pero lo cierto es que quien de verdad debe estar asustado es él.

MAURICIO VARGAS

Instagram: @mvargaslinares

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