A veces, inesperadamente, encontramos el momento que detona las ideas. Paseando por Instagram en las redes del periódico El País de España, me encontré un destacado entre comillas: "Me llevé una desilusión, creía que los activistas eran los más indicados para política". Adjudicado a Manuela Carmena, exjuez, magistrada y alcaldesa de Madrid desde el 13 de junio de 2015 hasta el 15 de junio de 2019.
El activismo, según la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), "se refiere al compromiso cívico destinado a promover o defender los derechos humanos, la participación democrática y la justicia". Desde su definición no solo es importante, es indispensable. Lograr estas conquistas morales y éticas, ya sea que correspondan a la compensación de deudas históricas o a la evolución reflexiva de la conciencia colectiva que encuentra nuevos ángulos y oportunidades de vida, es fundamental.
Confieso que cuando leí la expresión de Carmena sentí afinidad con una frustración que venía teniendo con los movimientos activistas y que me dolía reconocer porque no era fácil cuestionar algo con un fin tan noble. Sin embargo, por impopular que sea, me pareció pertinente hacer una reflexión no sobre el concepto –que conserva su bondad–, pero sí sobre algunos de quienes la representan porque han cometido errores que han demeritado y abierto la puerta a cuestionamientos y antipatías dañando su virtud y sus logros.
Me preocupa entonces...
El activismo cuando no es transparente. Los movimientos deben declarar con claridad sus valores. Sin agendas ocultas. Sin información tranquila sobre su intención, estructura y dinámicas de gobierno, financiación, entre otros.
El activismo cuando no es sensible. Este requiere entender la realidad y las implicaciones detrás de transformar y construir sociedad. Detrás de sus conquistas se requieren: sensibilización, educación y regulación. Toma tiempo. Requiere generosidad, que no es lo mismo que complicidad con el delito.
El activismo cuando es intolerante. Los movimientos de cambio generalmente proponen posiciones gracias a la existencia de la libertad de expresión, pero no por ello se puede manipular el concepto e irrespetar y etiquetar a quien piensa desde otro ángulo o incluso está en desacuerdo profundo. Una causa que promueve la diversidad no puede censurar al otro. Es una enorme contradicción. Debe su triunfo a los hechos y los argumentos respetuosos.
El triunfo es más grande si es incluyente cuando es viable, porque compartir potencializa y acelera el impacto de transformación social.
El activismo cuando es egoísta. Me refiero a cuando su enfoque es "yo gano, pero tú no". Me preocupa la territorialidad amarrada a la lucha por atención mediática, presupuestos y cualquier otro logro que signifique una conquista que tiene la posibilidad de compartirse pero no se hace. El triunfo es más grande si es incluyente cuando es viable, porque compartir potencializa y acelera el impacto de transformación social. La unión da fuerza.
El activismo cuando es radical. La dinámica del péndulo entre los extremos liberales y conservadores hace un profundo daño a las causas, pues en ellos entra el fanatismo, el absurdo que ha perdido la sensatez y se promueve el miedo o la radicalización de quienes están en el centro más movidos por la razón y menos por la emoción.
El activismo con oportunismo político. Es muy tentador, y eficiente, apoderarse de estas causas cuando se está en la carrera política, pero una cosa es el apoyo por convicción de las ideas, y otra, y muy distinta, el oportunismo llano o la apropiación de las organizaciones para intereses personales.
El activismo cuando es violento. No se ganan respeto y seguidores haciendo daño al otro y al bien común. Violar las normas y la ley por atención es un despropósito que solo deja dudas que no eran necesarias y asustan a los observadores en sus análisis a la hora de pasar del ruido a la acción constructiva y permanente.
Celebro el activismo. Celebro su razón de ser y sus conquistas. Es una fuerza de conciencia transformadora relevante sin duda, pero se tiene que cuidar de los ruidos y abusos, pues caer en las etiquetas cuestionadas de credibilidad hace que los daños hieran, en algunos casos de muerte, las causas más especiales en la construcción de mejores seres humanos contemporáneos.