Si educar implica preparar la inteligencia y el carácter para vivir*, de esta entonces depende de manera clara y contundente el futuro del individuo y, por extensión, de su entorno. Una afirmación tan clara y contundente exige de la sociedad, la academia y los gobiernos un compromiso decisivo.
Es muy grato cuando, en medio de noticias que asfixian las posibilidades, aparecen sorpresas que reviven el mundo de los caminos. Esta historia, que me sorprendió y llenó de ilusión, tiene como protagonista a un líder de la educación en Ibagué que con su liderazgo en una propuesta educativa pertinente irradia a los municipios del departamento. La esperanza en el Tolima.
Tengo la alegría y el honor de ser parte de The Aspen Institute como parte de la Cohorte 6 en Colombia. A través de ella y gracias a la convicción de Pablo Navas, director ejecutivo de Aspen Initiative Colombia y exrector de la Universidad de los Andes, conocí a otro académico, Alfonso Reyes, quien por estos días se retira, mas no su visión, como rector de la Universidad de Ibagué.
El propósito de este ingeniero que escoge dejar la decanatura de la Facultad de Ingeniería Industrial de la Universidad de los Andes e irse a la Capital Musical de Colombia está en su interior.
Los jóvenes están seducidos con la experiencia y tienen bajos niveles de deserción.
Su propuesta se enfoca en formar el empoderamiento de un individuo con capacidades y habilidades para la autogestión de su éxito, la evolución del potencial propio. Al tiempo que busca crear condiciones estructurales fértiles en el territorio que permitan el desarrollo social y económico del departamento. Habilita condiciones de posibilidad en los municipios para traer progreso y evitar el desarraigo, que lo interpreta como sacar a las personas de su lugar. Por el contrario, fomenta el vínculo emocional y conocimiento de la región en sus estudiantes para que imaginen y trabajen por ella. Es así como define un eslogan para la universidad: 'El campus como territorio'. Ya no se está hablando tan solo de un impacto en Ibagué, este se extiende gracias a los estudiantes.
La ejecución es simple, en teoría, pero valiente (no es fácil enfrentar la tradición y los hábitos). Las carreras duran cuatro años, de los cuales el primer semestre es dedicado a valores y habilidades, en el medio está la profesión y se termina, con carácter obligatorio, con un 'Semestre de Paz y Región'. Significa ir a vivir y trabajar en zonas rurales donde estudiantes de distintas carreras se unen "no para hacer transformación del conocimiento, para trabajar con y para la comunidad".
Un alumno evalúa su experiencia así: "Es un aprendizaje. Nunca ves la vida igual. El o con ellos (los habitantes del municipio) permite ver la realidad del otro y entonces el estigma es una nube que ellos borran". Los jóvenes están seducidos con la experiencia y tienen bajos niveles de deserción. Los maestros y asesores son conscientes de la importancia de generar confianza con la comunidad y una promesa de valor prudente que habla no de impacto sino de una construcción colectiva. El reto son sus padres, que tienen miedo de ver a sus hijos cerca de la historia violenta de Colombia.
Era inevitable una pregunta. El futuro de la educación. La visión de este ingeniero no está lejos de los diálogos mundiales que sugieren un futuro de la educación más accesible, orientada a las habilidades, interdisciplinaria y diseñada en respuesta a las necesidades globales. En concreto, Reyes visualiza instituciones enfocadas en la creación de experiencias y fomento de conversaciones ejecutados en periodos bimensuales durante tres años.
"La esencia de una comunidad es el vínculo emocional que la conecta", afirma un tibetano. Hoy, algunos estudiantes incluso han decidido quedarse a trabajar en los municipios. El Tolima inspira con conquistas de porvenir y paz desde el interior de su propia gestión donde se conoce el yo, el otro y el común.
* Diccionario de María Moliner.