Cuenta Irene Vallejo en su libro El infinito en un junco que cierto día, bajo la sombra de un frondoso árbol a la orilla del río Iliso, cerca de las murallas de Atenas, Sócrates le contó a Fedro, el personaje del diálogo platónico, que el dios Theuth de Egipto visitó al rey de esa nación para proponerle que aprovechara sus inventos para enseñarles a escribir a sus súbditos. La escritora española dice que el dios Theuth fue el inventor de las letras. En el diálogo, el rey Thamus le preguntó a Teuth qué utilidad tenía escribir. A lo que el inventor le contesta: "Este conocimiento, ¡Oh rey!, hará más sabios a los egipcios; es el elixir de la memoria y la sabiduría". Teuth es considerado el padre de la escritura. No porque hubiera escrito algún libro, sino porque inventó las letras. Antes de él, se escribía con signos y figuras.
Traigo a colación este episodio que narra Irene Vallejo en su maravilloso libro para hablar sobre la importancia que tienen los libros en la formación humanística. Leer un libro es abrirle postigos a la imaginación, es llenar el cerebro de conocimiento, es tener elementos para entender el mundo. Quien lee no traga entero: pide que le aclaren sus dudas. Borges dice que de todo lo que ha inventado el hombre, el instrumento más asombroso es el libro. En esto tiene razón. ¿Por qué? Simplemente porque todos los genios que la humanidad ha dado han nutrido su intelecto en las páginas de los libros. Si no hubieran leído como lo hicieron, no habrían tenido la oportunidad de demostrar su inteligencia. Alejandro Magno llevaba, siempre, un ejemplar de la Ilíada, de Homero. Lo leía después de cada combate.
Leer es una forma de adquirir conocimiento. La evolución del mundo se debe al interés por los libros de quienes, con sus inventos, lo han transformado. No me imagino a un Thomas Alva Edison sin haber leído un libro, ni a un Albert Einstein sin investigar lo que necesitaba para estudiar lo referente a la teoría de la relatividad, ni a un Alexander Fleming sin la asesoría de los libros científicos para descubrir la penicilina. Es en la disciplina de la lectura donde se forman los grandes cerebros. Un escritor no podría llegar a donde quiere si no se preocupa por nutrir su inteligencia con la lectura de los clásicos. Todos los autores que han alcanzado el éxito literario han sido lectores apasionados. Hay que leer mucho para estimular la imaginación y poder crear historias que despierten el interés del lector.
Leer es una forma de adquirir conocimiento. La evolución del mundo se debe al interés por los libros de quienes, con sus inventos, lo han transformado.
La Biblioteca de Alejandría fue producto del interés de los nobles de la época por saciar su pasión por el conocimiento. Ptolomeo II, que fue su fundador, no escatimó esfuerzos para hacerse a la propiedad de los papiros donde estaban escritas las páginas más memorables de la historia de la antigüedad. Este recinto estaba protegido por los muros que hacían parte de la fortaleza del palacio. "Sus puertas estaban abiertas a todas las personas ávidas de saber". Allí se reunían las mentes más brillantes de la época. Demetrio Falero fue quien tuvo a su cargo organizarla. Ptolomeo puso a su disposición las riquezas del reino para que trajera de todos los rincones del mundo los mejores textos. Esto le permitió enviar emisarios a diferentes regiones para comprar los rollos de papiros.
Esta frase de Rabindranath Tagore logra su cometido de expresar lo que es un libro. "Un libro abierto es un cerebro que habla. Cerrado, un amigo que espera. Olvidado, un alma que perdona. Destruido, un corazón que llora". Aquí se compendia todo lo que significa sumergirnos en sus páginas. Un libro es un objeto sin voz que invita al diálogo y un consejero para interpretar nuestra propia angustia existencial. Sin los libros, no tendríamos conocimiento de lo que sucedió en la guerra de Troya, no sabríamos de la existencia de Cleopatra, no disfrutaríamos de la cultura helénica. Ni sabríamos quiénes fueron Aristóteles, ni Pericles ni Tucídides. Un libro nos abre las puertas a la cultura universal y, al mismo tiempo, nos facilita conocer el pensamiento de quienes tienen los pergaminos para ser recordados por siempre.
Finalicemos este artículo contando de dónde viene la palabra libro. En el año 1000 a.C., fue encontrado en la tumba de Ahiram, rey de Biblos, un poema donde estaba escrita la palabra Biblion. Esta es la raíz griega de libro. De allí que a los libros acumulados en estanterías se les llame biblioteca, y a quien le gusta coleccionarlos se le diga bibliófilo, y en los apéndices de los libros de historia se citen otros con el nombre de bibliografía. Por último, uno no entiende cómo Alejandro Magno, el fundador de la ciudad de Alejandría, que era un ávido lector, incendió la ciudad de Persépolis, destruyendo todos los libros del zoroastrismo. Todas estas cosas las he recordado ahora que estoy leyendo El infinito en un junco, el excelente libro de la española Irene Vallejo.