Cada año, observamos cómo en el país se fortalece un sistema de moda enfocado en nuevas propuestas que, a través de su diversidad, busca posicionar una identidad colombiana en el mercado internacional.
Lo anterior se refleja en la consolidación de dos de las semanas de la moda más importantes de Latinoamérica: el Bogotá Fashion Week y Colombiamoda (Medellín). Por ejemplo, este último evento generó en 2024 ganancias de 13,3 millones de dólares para la ciudad. Este crecimiento, aunque provechoso, no ha incentivado a los grandes actores del mundo de la moda nacional a transformar el modelo de exclusividad que los caracteriza. Esto ha llevado a que los colombianos busquemos alternativas más allá de las grandes marcas, explorando espacios donde también se forja una identidad de la moda nacional, en la que vestirse de Colombia no implica usar la ropa extraída de las pasarelas.
No es que no exista una demanda del mercado en el país, porque los colombianos sí gastan plata de su bolsillo para comprar ropa. Los datos de Inexmoda muestran que, después de los problemas económicos generados por la pandemia en 2020, el gasto de los hogares en moda pasó de 22,84 billones de pesos ese año a un gasto de 32,11 billones en 2023. La cuestión es dónde se hace dicho gasto, pues entre elegir comprar una camiseta sin mayor estampado en una gran marca que cuesta 140.000 pesos y comprar seis de ese tipo de camisetas en una tienda de internet como Shein, el consumidor va a elegir lo que más se acomode a su economía.
Si la idea es construir una narrativa para apoyar la industria nacional, la prioridad debería ser fortalecer, de la misma manera, los otros espacios que no son planteados desde la exclusividad. Promover la creación de tiendas de ropa más locales; incentivar trabajos como la sastrería y las costuras de barrio; y seguir generando iniciativas de compra en los centros bulliciosos de comercio textil como El Hueco (Medellín) o San Victorino (Bogotá). Lugares que, entre sus probadores improvisados y constantes regateos, permiten armar muy buenas pintas con lo que cuesta tan solo un pantalón de una tienda en la Zona T.
Después de los problemas económicos generados por la pandemia en 2020, el gasto de los hogares en moda pasó de 22,84 billones de pesos ese año a un gasto de 32,11 billones en 2023
El seguir limitando la identidad de la moda colombiana a este pequeño mundo de pasarelas glamorosas y diseñadores reconocidos ignora deliberadamente las propuestas que ocurren en tantos lugares. No se trata de escoger un espacio u otro, sino de repensar la industria nacional no desde la construcción del estatus, sino desde la expresión de la identidad propia de cada uno de los colombianos.
El mismo Inexmoda, en su último boletín de su observatorio, les recomendaba a las marcas considerar maneras de expandir sus canales de distribución y precios para hacer su producto asequible a consumidores diversos, pues los esfuerzos por mantener la exclusividad para algunos de los consumidores pueden parecer un concepto anticuado.
Tenemos muy buenos ejemplos, como lo que ocurrió en la edición de este año del Bogotá Fashion Week con su pasarela El Madrugón, que contó con los diseños de diferentes marcas de San Victorino. Mantener y potencializar este tipo de ejercicios, sobre todo los que se basan en las lógicas propias de los mismos lugares, hace que llevar cualquier tipo de diseño nacional nos haga sentir orgullosos, y no que esté condicionado por la aspiración.
Una de las metas que debería proponerse la industria es cerrar la brecha estilística en la que, aunque uno use la misma prenda, dependiendo del reconocimiento y privilegio de la marca, se divide al consumidor entre ‘guiso’ o bien vestido, generando una vergüenza innecesaria.
La moda, como una manifestación de la identidad, debería ser un reflejo inclusivo de la diversidad que caracteriza a nuestro país, y no un privilegio reservado para unos pocos. Si no replanteamos esta visión, corremos el riesgo de perpetuar una desconexión entre lo que se usa en el día a día y lo que se muestra en las pasarelas, escondiendo las expresiones no aspiracionales a las sombras.
Creo que limitar la idea de una moda colombiana a lo que puede costear la élite nos va a hacer perder las construcciones de identidad de lo que es el estilo colombiano, que, aunque están en lugares menos visibles, son genuinas y menos forzadas.
JUAN ESTEBAN LÓPEZ