Dejemos que arranque el ímpetu, con su lenguaje místico y con el sigilo de su vocabulario, para que el intercambio de felicitaciones no pierda su profundo valor de comunión y que la fiesta de las fiestas no quede absorbida por la necedad mundana del consumo simplista. Hemos de renacer, por tanto, con las cuerdas profundas de la alegría.
Los hilos luminosos están en todas las celebraciones navideñas; sus filamentos germinan de las entretelas del singular verso que somos, acontecimiento que supera los límites del espacio y del tiempo, porque ese recién nacido que llevamos consigo está realmente presente a nuestro lado, lo podemos hallar ahora mismo, en un hoy sin ocaso.
Tanto la Navidad como la Pascua son conmemoraciones gozosas, en las que celebramos la lírica de la inocencia con el nacimiento del género humano redimido, invitándonos al desprendimiento de las cosas de aquí abajo, para liberarnos y resplandecer como la luz del día. Solo hay que adentrarse en la ternura para percibir que no hay más vida que la de dejarse amar, para reconducir el camino que nos fraternice.
El Niño Dios es nuestro Todo en todos. No pasemos de largo ante Él, despojémonos de la indiferencia para vivir esta manifestación omnipotente.
Solo hay que adentrarse en la ternura para percibir que no hay más vida que la de dejarse amar, para reconducir el camino que nos fraternice
Loemos la estrofa que nos lleva a la bondad armoniosa, a crecer como familia y a activar el calor de hogar, subrayando la importancia de la supervisión humana, el vínculo cooperante global y el cumplimiento del derecho internacional, imprescindible para subsistir existencialmente.
Sin duda, es tiempo de donarse y de aprender a reprenderse. Salgamos en busca de esa estrella inmaculada a rehacernos, sobre todo en el servicio al prójimo, que es lo que en realidad nos enternece y eterniza, llenándonos de vida. Nuestro referente, un Niño, en toda su indigencia y dependencia, que resulta ser nuestro Salvador en medio de la oscuridad del mundo. Ojalá se vuelva a encender en nuestro interior la ilusión; mientras se abre un nuevo compás humanitario, llenando el orbe de confianza y de buena voluntad. Por desgracia, nos falta compromiso universal en los principios y los valores, en las ideas y en las concepciones.
De ahí los combates absurdos que nos mortifican, por no deponer nuestras falsas certezas y la soberbia intelectual. Corrijámonos, pues.
VÍCTOR CORCOBA HERRERO