Es fácil demostrar que Claudia López, la alcaldesa mayor de Bogotá, y el senador de Colombia Humana Gustavo Petro se parecen mucho. Sin proponérselo, y quizás sin darse cuenta, viven vidas paralelas. Cada cual, a su modo, busca el mismo destino: nada más y nada menos que la Presidencia de la República. En un momento dado, aunque cada uno remaba su propia barca hacia el mismo destino, las buenas relaciones se rompieron. Hoy, Claudia y Petro, además de ser competidores, se convirtieron en enemigos, y constantemente van y vienen vainazos, tanto del senador a la alcaldesa como viceversa.
Repasando la historia reciente de sus respectivas trayectorias políticas, las similitudes saltan a la vista. Sus recorridos son paralelos. Los dos han sido senadores, ambos han sobresalido por su vehemencia y pugnacidad, y en su paso por el Senado cada cual se destacó en su momento por promover y liderar candentes debates sobre temas de interés nacional. Y se les reconoce que impulsaron discusiones serias sobre temas que han hecho historia y abierto caminos.
Ambos han hecho ruido por sus posiciones contestatarias y sus discursos agresivos, no pocas veces incendiarios. Sin embargo, políticamente hablando, no son el uno para el otro, sino todo lo contrario. Pero a pesar de sus diferencias, es innegable que, así no haya sido a propósito ni lo pretendan aceptar, en últimas sí son muy parecidos.
Los dos han sido alcaldes de la capital de la república, –ella en ejercicio–, y sus respectivas gestiones no se caracterizaron propiamente por contribuir a resolver los monumentales problemas de una ciudad de más de 8 millones de habitantes. Por desgracia para la capital, sus falencias como ejecutores las hemos padecido los habitantes de Bogotá durante muchos años, y quién sabe por cuántos más. De hecho, los problemas de seguridad, movilidad, falta de planeación y de un proyecto de desarrollo responsable y con visión de largo plazo de sus respectivas istraciones no difieren mucho. Y lo que percibe la ciudadanía es que ambos quieren usar su fuerza electoral en Bogotá como peldaño para acceder al Palacio de Nariño, el verdadero destino de sus sueños.
Ambos han hecho ruido por sus posiciones contestatarias y sus discursos agresivos, no pocas veces incendiarios. Sin embargo, políticamente hablando, no son el uno para el otro, sino todo lo contrario.
Por eso mismo, cada cual buscó llegar al segundo puesto más importante del país a su manera, pero no para prestarle un importante servicio a la capital, sino como trampolín ideal para el salto a la presidencia.
Petro, un hombre aparentemente precavido y un político muy ambicioso, tuvo la inteligencia de reiniciar su campaña presidencial el mismo día en que, con 8 millones de votos, fue derrotado por Iván Duque. A partir del 7 de agosto de 2018, Petro comenzó su nueva campaña para suceder a Duque. De hecho, es el único candidato "oficial" que existe, pues la victoria de Petro por goleada en la consulta del Pacto Histórico está tan cantada como cualquier elección de hoy en Venezuela o Nicaragua. En cambio, ningún precandidato del centro o la derecha puede cantar victoria anticipada. Por eso Petro barre hoy en todas las encuestas y aparentemente estaría en la puerta de la Casa de Nariño, para terror de quienes no estamos de acuerdo con sus ideas y políticas populistas, ni con su autoritaria y despótica manera de proceder.
Claudia, entre tanto, trata de reivindicarse, pues parece ser consciente de que no dio la talla, de que son más sus equivocaciones y carencias que sus realizaciones. Aparecer en primera página todos los días, protestando por lo divino y lo humano, desdibuja su imagen. Porque una cosa es ser valiente y estar siempre criticando cuando se está en la Rama Legislativa, y otra muy diferente es demostrar capacidades cuando los méritos no se basan en lo que se pregona, sino en lo que se hace. Y en ese frente, el parecido se mantiene: ambos han demostrado con creces que la ejecución no es su fuerte. Y lo que Colombia necesita es alguien que sepa rodearse bien y acepte ayuda y consejos para manejar el barco, y no alguien que brilla cuando critica pero patina cuando tiene que actuar y ofrecer resultados.
LUCY NIETO DE SAMPER