Ahora que se cumplen los 10 años de la entrada en vigencia del TLC con Estados Unidos, se habla con orgullo de que exportamos flores, frutas, café, ropa, hormigas culonas y otras no tanto, etc. Pero también peces gordos, o sea, capos del narco, con sello de mala calidad.
Esta semana se fue en un chárter de la DEA Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, el temible líder del ‘clan del Golfo’, mediante el mecanismo de la extradición. Alguien dijo que se le aguaron los ojos porque en esos vuelos no dan refrigerio. Como que en los otros ya tampoco, pues hoy todo está por las nubes. Menos ahora, que la inflación vuela alto: 9,23 por ciento.
Ese video de ‘Otoniel’ a punto de abordar, publicado en este diario el jueves, produce reflexiones. “Juep...ta, ¿entonces?”, parece decirse el capo. Tal vez pensando que no solo se lo llevó la DEA, sino el patas. Y miraba al cielo bogotano, que a pesar del invierno estaba despejado, como para despegar sin problemas. ‘Otoniel’ oteaba un entorno que le será difícil que vuelva a ver pronto, pues iba con tiquete abierto tal vez para más de 30 años.
Claro que también se les aguaron los ojos a miles de víctimas, que piensan que se llevó la verdad. Esperemos que no, pues Estados Unidos ha garantizado que allá se pueden seguir investigando sus crímenes en nuestro país. Así tiene que ser, pues en estos casos de delitos trasnacionales, como los del narcotráfico, la justicia es universal y, en todo caso, las víctimas siempre deben tener prioridad.
Ya se fue ‘Otoniel’, pero la reacción del clan, ahora al mando de ‘Chiquito Malo’, en la que quemaron 32 vehículos, dice del tamaño de la hidra.
“¿Entonces?”. No imagina uno qué sentirá un tipo que tuvo tanto poder, dinero por arrobas, hombres al mando, anillos de seguridad y de los otros, ríos para bañarse y echar un anzuelo, casas de descanso con ‘güiski’, selvas para la sombra, ahora en la sombra, reducido a un cuarto de 3 por 2,5 metros, baño y cama de cemento incluidos, con vista a cuatro muros de concreto reforzado, y solo con una hora de sol al día y sin con quién hablar.
Claro, sin celular, trago, ni fiestas, porque el ‘Inpec’ de allá es serio. Le esperan duros años al peligroso capo. Pero es que el prontuario es espantoso. Se habla de que el clan ha exportado más de 90.000 kilos de cocaína. Y está condenado por varios homicidios y por la masacre de Maripipán, entre otros. Además, es acusado de abuso sexual a niñas que hacía secuestrar.
Deberían pensar quienes se meten al negocio del narcotráfico en el precio de la libertad, así sea en pobreza, pero sin tener que vivir con miedo, corriendo, escondido. Y que casi siempre terminan en una tumba en Colombia o en una cárcel de Estados Unidos. Ninguna fortuna vale más que ser libre, sin hacer daño.
Inclusive, antes que temido se puede ser irado. Miren esos ejemplos de seres virtuosos, derechos, venidos de abajo, que con esfuerzo tocan la gloria, como el guajiro Luis Díaz, sencillo, grande, que si acaso nos mata es de infarto. La carne está cara, pero en este caso sí es irable el precio de la fama. Y ahí están también Santos Borré, Luis Sinesterra, Morelos y muchos más. También los ciclistas en Europa. Piénsenlo. Nunca es tarde, a menos que ya esté en la pista el avión de la DEA.
Y piensen, Gobierno y candidatos, en el reto del narcotráfico. Ya se fue ‘Otoniel’, pero la reacción del clan, ahora al mando de ‘Chiquito Malo’, en la que quemaron 32 vehículos, dice del tamaño de la hidra. Las economías tienen muchos sellos y brazaletes y siguen asesinando líderes sociales, ambientalistas y reclutando jóvenes campesinos. Y seguirán surgiendo Otonieles y demás productos para el TLE, el tratado de libre extradición. Hay que escuchar el clamor de los líderes y de la población civil, que están en medio del fuego cruzado. Lo peor es el brazo cruzado del Estado.
LUIS NOÉ OCHOA