La idea del “Soy porque somos”, que algunos han menospreciado con el prurito de que todo lo que provenga de las culturas negras es primitivo o básico, forma parte hoy de una nueva concepción del liderazgo global que entendió la tarea urgente de reemplazar la competencia por la cooperación. Por eso, la Sloan School of Management enseña los principios de la ética ubuntu en el MIT. Otras escuelas de gobierno y de negocios también lo hacen.
Peter Senge invitó a superar las maneras comunes de “arreglar” las cosas. Propuso la idea de que los cambios estructurales se consiguen actuando sobre las interrelaciones que modelan el comportamiento de los sistemas. La educadora Martha Nussbaum nos dice que nos movemos en tres círculos concéntricos: el del ‘yo’; el de la familia y el de la familia extensa. Habitamos una casa común que está en riesgo. Los círculos amplían la idea de que nuestros conciudadanos son “la humanidad entera”. Los antiguos postulaban que los ciudadanos del mundo debían profesar lealtades profundas a la comunidad moral conformada por todos los seres humanos y no a los gobiernos.
Evidentemente, un programa de gobierno que interprete la hora de la historia y aporte su cuota para articular, entre todos, la construcción de un mundo mejor necesita partir de una ética de los bienes comunes: soy porque somos. El estímulo de los individualismos codiciosos como soporte de dudosas libertades (eso que conocimos como el neoliberalismo) debe considerarse cosa del pasado. Pensar simple, proponer gobiernos basados en postulados simples, leer la complejidad de la crisis ambiental y climática desde abordajes simplistas no solo es anacrónico, sino peligroso.
Por el contrario, proponer una transición justa hacia nuevas economías, educar para adaptarnos a la crisis que vivimos, volver al pequeño y mediano empresariado como expresión del trabajo colectivo y procurar caminos de libertades que faciliten poco a poco nuevos entornos de paz y democracia no solo es necesario, sino urgente. El pensamiento del ‘soy porque somos’ ayuda a la formación de ciudadanías activas y globales, como escribió Donella Meadows: tejidos vulnerables pero resilientes, diversidades que reconocen las complejidades de un mundo cada vez más incierto y definen sus procesos de cambio a partir del diálogo y las conversaciones. Invito a pensar en todo esto antes de ir a votar.
MANUEL GUZMÁN HENNESSEY